martes, 3 de mayo de 2016

El Vampiro de Sacramento



El Vampiro de Sacramento


Nació el 23 de mayo de 1950. Desde su infancia adquirió traumas que desembocaron en conductas agresivas y psicóticas, provocadas en gran parte por un seno familiar desestructurado.

Su padre, un hombre extremadamente disciplinario y alcohólico, discutía constantemente con su esposa. Para cuando Richard tuvo diez años ya era tarde: jugaba torturando animales incluso degolló unas crías de gato.

En su adolescencia conoció a varias chicas, pero una de ellas divulgó por su entorno que "Rick" no podía realizar el acto sexual ya que no era capaz de tener una erección. Este problema lo incomodó hasta el punto de acudir a la consulta de un psiquiatra. Allí tuvo el primer diagnóstico de su vida. La raíz del problema era una cólera reprimida y podía padecer una enfermedad mental importante, pero Rick no le dio ninguna importancia a esto.

A los 21 años, abandona la casa de sus padres para irse a vivir a un piso compartido. Pronto la convivencia se vuelve insoportable, pensaba que sus compañeros formaban parte de un grupo organizado que trataba de ir contra él, hasta el extremo que clava con tablas la puerta de su habitación y acaba saliendo por un agujero escondido que realizo en la pared de su armario.


Richy vivía su propia realidad y todo lo que era normal para otros a él le incomodaba. Esto se repetiría durante toda su vida.

Un día cualquiera, Richy acudía a urgencias convencido de que su cráneo se estaba deformando, que sus huesos atravesaban su cuerpo, se quejaba también de que su estómago estaba girado al revés y que estaba buscando al que le había robado la arteria pulmonar, lo sabía porque su corazón dejaba a menudo de latir y su sangre no circulaba. Sin dudarlo, otro psiquiatra sí diagnosticó una esquizofrenia paranoica, pero pensó que estaba producida por la intoxicación que mostraba por las drogas y que le habían producido una psicosis pasajera. Estuvo bajo observación durante 72 horas y en contra de la opinión de los médicos abandonó el centro.

Richy regresa a casa de su madre y vive allí una temporada pero pronto empiezan sus manías y piensa que su madre lo estaba envenenando.
Por fin, su padre le consigue un piso donde pudiera vivir solo. Esa soledad provoca que nadie lo controle y deja de tomar su medicación, con lo que su conducta empeora hasta tal punto que se compra unos conejitos y come sus entrañas crudas. Coloca los intestinos y la sangre del animal en una batidora para bebérselo, lo hizo porque según él, evitaba así que su corazón se contrajera y acabara por desaparecer de su cuerpo. No satisfecho con todo esto empezó a inyectarse directamente en las venas sangre de conejo lo que le provocó un envenenamiento de la sangre.


Finalmente los doctores volvieron a diagnosticar esquizofrenia lo que lo llevó a estar internado en un centro mental, donde se ganó el apodo de "Drácula".

Un día lo encontraron con su boca manchada de sangre. Tenía dos pájaros muertos sobre la repisa de la ventana y no paraba de hablar de lo que solía hacer a los animales y de sus ganas desesperadas por beber su sangre.

A pesar de todo dejó de estar internado con la condición de pasar una revisión anual.

Cuando pasó a vivir en su apartamento comenzó de nuevo a torturar gatos, perros y conejos. Él los mataba para beber su sangre, incluso robaba animales domésticos de la vecindad. Llegó a llamar a los dueños de un perro para contarles lo que hizo con la indefensa mascota y que ya no hacía falta que buscaran más.

Un día hizo una visita sorpresa a su madre, ella al escuchar un fuerte ruido fue emocionada a recibir a su hijo con un abrazo, cuando abrió la puerta no daba crédito a lo que estaba viendo. Richy sostenía un gato muerto, lo lanzó al suelo y lo abrió en canal manchándose de sangre la cara y cuello. Su madre no pudo hacer nada y nunca dijo lo que pasó aquel día.

Pero Richy no se sentía realizado, necesitaba emociones más fuertes y adquirió armas con las que practicaba. Era la única manera de defenderse de las persecuciones provocadas por su enfermedad y conseguir más sangre para evitar la putrefacción de su estómago y que su corazón no acabara desapareciendo. Según él, la sangre y órganos crudos restablecían el correcto funcionamiento interno de su cuerpo.

El 3 de agosto de 1977 unos oficiales de Policía encuentran en un rancho unos rifles junto a un montón de ropa de hombre y un cubo que contenía sangre y un hígado. Bajo la fatal sospecha empieza una búsqueda. Cuando de pronto uno de los agentes ve a través de sus prismáticos una escena dantesca. Un hombre desnudo cubierto de sangre. Cuando lo apresaron se dieron cuenta de que Richy había matado una vaca para alimentarse de su sangre y órganos.


Su miedo a la gente, sus paranoias, y su incapacidad de distinguir entre el bien y el mal, pronto convertirían a Richy en el "Vampiro de Sacramento".

Nuestro amigo Chase compra una pistola de calibre 22 dispuesto a imitar los macabros asesinatos de sus ídolos Kenneth Bianchi y Angelo Buono.

A los 28 años, empieza su serie de crímenes: dispara dos veces a Ambrose Griffin, ingeniero de 51 años y padre de dos hijos, quien se convierte en la primera de sus víctimas.

Una tarde, Teresa Wallin de 22 años y embarazada de tres meses, se encontraba en su casa y justo cuando se disponía a tirar la basura, Chase le dispara dos veces, una bala atraviesa su palma y la otra le atraviesa el cráneo, mientras agoniza la arrastra hacia su dormitorio y le abre el vientre para arrancarle los intestinos, que esparce cuidadosamente por el suelo. Luego, le corta el hígado, el diafragma, un pulmón y los riñones y separa el páncreas en dos, colocándolos encima de la cama. Coge un cuchillo de la cocina le apuñala varias veces.

Su marido encontró su cuerpo en el cuarto de baño con el jersey levantado y los pantalones y ropa interior bajados hasta los tobillos junto a un envase de yogur que habría utilizado para beber su sangre.

Cuatro días después comete el más sangriento de sus crímenes, entra en una casa elegida al azar y dispara a la cabeza a Evelyn Miroth de 27 años, y al sobrino de ésta, 



David Miroth de 22 meses. Luego, llevándose el cuerpo de Evelyn a una habitación, sodomiza el cadáver, le arranca un ojo y bebe su sangre. Momentos más tarde, es sorprendido en su macabra carnicería por alguien que llama a la puerta mientras vaciaba el cráneo del niño, y huye a toda prisa llevándose el cadáver del bebé. En su propia casa, decapita el cuerpo tras beberse la sangre y devorar el cerebro.

Esa misma tarde la Policía descubre los cuerpos y organiza la búsqueda registrando cada rincón de la ciudad, tratando de atrapar al asesino. Dos días después, tres policías llaman a la puerta de Chase y no obtienen respuesta, pero oyendo ruidos en el interior deciden vigilar el apartamento. Poco después, Chase sale de la casa con una caja de cartón bajo el brazo, que arroja al suelo para tratar de huir al ver a los agentes en la puerta.

Su contenido se esparce por el suelo ante el asombro de los policías: se trata de ropa ensangrentada y trozos de cerebro humano. Chase es finalmente detenido. Al registrar su apartamento, encuentran un espantoso olor a putrefacción, manchas de sangre, huesos humanos en la cocina y el salón, un plato con restos de cerebro encima de la cama y el refrigerador repleto de recipientes con órganos humanos y animales en el interior.


En el juicio trata inútilmente de justificar sus crímenes diciendo que unas voces de seres extraterrestres y otras criaturas lo acosaban continuamente obligándolo a matar.


Richard T. Chase quien fuera denominado el "Vampiro de Sacramento", finalmente es condenado a pena de muerte por seis asesinatos, aunque su ejecución nunca se llevó a cabo, pues Chase se suicida en su celda pocos meses después del juicio con una sobredosis de antidepresivos, en diciembre de 1980.

Hay quienes creen que no fue un suicidio, sino un accidente al intentar acallar las voces que le habían conducido a cometer los asesinatos, voces que volvían a atormentarlo.

En 1992, una película llamada Unspeakable fue hecha basada en la persecución como modelo para el asesino. Su caso todavía es utilizado por el FBI como el modelo arquetipo para entender el asesino desorganizado.



ANEXO: El testimonio de Ressler

Después del juicio a Richard, el profiler del FBI, Robet K. Ressler, lo entrevistó y describió su encuentro en estos términos, dentro de su libro Asesinos en serie:


Yo no estaba de acuerdo en absoluto con el veredicto ni con la orientación que se había dado al caso. Ocurrió en el mismo periodo en que el antiguo inspector del ayuntamiento de San Francisco, Dan White, asesinó al alcalde Moscone y al inspector Harvey Milk. White alegó que se había vuelto loco porque había consumido un tipo de comida basura, los Twinkies de Wonder, y su estrategia fue aceptada. Lo mandaron a una cárcel estatal sin pena de muerte. Richard Chase, en cambio, que tenía claramente una enfermedad mental y debería haber pasado el resto de su vida en un psiquiátrico, fue condenado a muerte. John Conway y yo visitamos a Chase en el Corredor de la Muerte de San Quintín en 1979. Conway era el enlace del FBI con las cárceles de California y era un tipo excepcionalmente afable, apuesto y sutil, que poseía el don de conseguir que los prisioneros hablaran con él.

Visitar a Richard Chase fue una de las experiencias más extrañas que jamás tuve. Desde el momento en que entré en la cárcel hasta que me senté en el cuarto donde lo entrevistaríamos, rasé por toda una serie de puertas que se cerraban de golpe tras nosotros, una experiencia opresiva y aterradora. Había estado en muchas cárceles, pero ésa fue la más horripilante; me sentía como si estuviera atravesando un punto sin retorno. Conway estaba mucho más entero que yo. Subimos en varios ascensores y el último nos dejó en el Corredor de la Muerte. Escuché ruidos extraños, gemidos y otros sonidos casi inhumanos provenientes de las celdas. Nos sentamos en un cuarto a esperar a Chase y lo oímos acercarse por el pasillo. Llevaba grilletes en las piernas y hacía un sonido metálico seco al andar, lo que me hizo pensar enseguida en el fantasma de Marley del libro Una canción de Navidad de Charles Dickens. Además de llevar grilletes, iba esposado y tenía puesto uno de esos cinturones a los que van atadas las esposas. Sólo podía arrastrar los pies a duras penas.

Su aspecto me dio otro susto. Era un hombre joven, flaco, extraño, con el pelo negro y largo, pero lo que realmente me impactó fueron sus ojos. Nunca los olvidaré. Eran como los ojos del monstruo de la película Tiburón. No había pupilas, sólo puntos negros. Eran ojos malvados que recordé durante mucho tiempo después de la entrevista. Casi tuve la impresión de que no podía verme, que más bien miraba a través de mí, sin más. No mostró ninguna señal de agresividad, simplemente se sentó y se quedó pasivo. Tenía un vasito de plástico en las manos, algo de lo que no habló al principio. Como Chase ya había sido condenado y se encontraba en el Corredor de la Muerte, no me sentí obligado a empezar con el típico cortejo que empleaba en la primera entrevista con un asesino. Normalmente, tengo que esforzarme por demostrar al preso que soy digno de su confianza y que puede hablar conmigo. Chase y yo hablamos con bastante facilidad, considerando su estado mental. Reconoció haber cometido los asesinatos pero dijo que fue para preservar su propia vida. Me indicó que estaba preparando una apelación centrada en la idea de que se estaba muriendo y había asesinado para obtener la sangre que necesitaba para vivir. Lo que ponía en peligro su vida era el 'envenenamiento de jabonera'. Cuando le dije que no conocía la naturaleza del envenenamiento de jabonera, me ilustró al respecto. Todo el mundo tiene una jabonera, dijo. Si levantas la pastilla de jabón y la parte de abajo está seca, estás bien. Pero si esa parte está pegajosa, significa que sufres de envenenamiento de jabonera. Le pregunté por los efectos del veneno y me contestó que convierte la sangre en polvo, lo pulveriza básicamente; la sangre entonces va consumiendo el cuerpo y su energía y reduce las habilidades de la persona.

Al lector esta explicación le puede parecer ridícula o demasiado extraña. Sin embargo, cuando me vi en aquella situación, tenía que reaccionar correctamente. No podía parecer horrorizado o sorprendido y debía tomar la explicación como lo que era: una ilustración del razonamiento de un asesino. La regla que empleamos es que no decimos nada sobre la fantasía y animamos a la persona a seguir hablando. De modo que no podía decir sobre el envenenamiento de jabonera 'no existe tal cosa', porque eso no habría servido para nada. Tampoco podía decir: 'oh, sí, conozco a personas que han tenido envenenamiento de jabonera'. Simplemente acepté su explicación y no me puse a discutir al respecto. Apliqué la misma regla cuando empezó a contarme que era judío de nacimiento (sabía que no era verdad) y que los nazis lo habían perseguido toda su vida porque tenía una estrella de David en la frente, que procedió a mostrarme. Podía haber dicho: '¡Qué tontería más grande!' o bien el otro extremo: 'vaya, qué preciosidad, ojalá tuviera yo una igual'. Ninguna de las dos respuestas habría ayudado mucho en la conversación. No veía ninguna estrella de David en su frente, pero pensé que podía tratarse de una trampa o de una prueba para ver hasta qué punto yo estaba dispuesto a creerme su explicación. Igual me estaba engañando, diciendo que la estrella estaba en su frente cuando en realidad estaba en un brazo o en su pecho, y quería averiguar cuánto sabía yo sobre él. En esa ocasión dije simplemente que no había traído mis gafas, que había poca luz y que no podía ver su marca de nacimiento pero que aceptaba su palabra de que estaba allí. Dijo que los nazis habían estado conectados con los OVNIs que flotan continuamente sobre la tierra y le habían ordenado por telepatía que matara para reponer su sangre. Concluyó su exposición diciéndome: 'Así que ya ve, señor Ressler, está muy claro que maté en defensa propia'

Quizá la información más relevante que saqué de la entrevista fue la respuesta que me dio cuando le pregunté cómo había elegido a sus víctimas. Muchos de los anteriores entrevistadores habían sido incapaces de obtener ese dato, pero yo me había ganado la confianza de Chase y él se sintió cómodo contándomelo. Había estado escuchando voces que le decían que matara y simplemente fue de casa en casa, probando si la puerta estaba cerrada o no. Si la puerta estaba cerrada, no entraba. Pero si estaba abierta, entraba. Le pregunté por qué no rompió simplemente una puerta si quería entrar en una casa en particular. 'Oh', dijo, 'si una puerta está cerrada, significa que no eres bienvenido'. ¡Qué delgada era la línea entre los que evitaron ser víctimas de un crimen horrendo y los que sufrieron una muerte atroz a manos de Chase! Finalmente, le pregunté por el vasito de plástico que llevaba en la mano. Me dijo que era una prueba de que en la cárcel estaban intentando envenenarle. Me lo enseñó y dentro había una sustancia amarilla y pegajosa que más tarde identifiqué como los restos de una cena precocinada de macarrones y quesos. Quería que me lo llevara al laboratorio del FBI en Quantico para que lo analizaran. Era un regalo que no podía rechazar. La información obtenida en esa entrevista ayudó a confirmar el retrato que estábamos elaborando del 'asesino desorganizado', que era radicalmente diferente del retrato del 'asesino organizado'. Chase no se limitaba a encajar en el perfil del asesino desorganizado, sino que se podría afirmar que era su personificación. Nunca he conocido, ni creo que ningún otro policía lo haya hecho, a un tipo que se adecuara mejor a las características del asesino desorganizado. A este respecto, era todo un clásico.

Los otros presos en la cárcel de San Quintín se mofaban de Chase; amenazaban con matarle si conseguían acercarse lo suficiente y le decían que tendría que suicidarse. Los psicólogos y psiquiatras de la cárcel que examinaron a Chase en aquella época esperaron a que se calmara el revuelo que se había formado en torno a la pena de muerte y luego sugirieron que, dado que era 'psicótico, loco e incompetente, y todo esto de manera crónica', fuera trasladado a la prisión de Vacaville, en California, conocida como las 'Instalaciones Médicas de California' del sistema penitenciario, el lugar que alberga a los locos criminales. Yo, desde luego, estaba de acuerdo con esa opinión. Para entonces, como creía que el FBI analizaría lo que le daban de comer en la cárcel, Chase también nos escribía a Conway y a mí para decimos que tenía que desplazarse a Washington, D.C., para trabajar en su apelación. Tenía la convicción de que al FBI le interesaría saber que los OVNls estaban relacionados con los accidentes aéreos y las armas antiaéreas que los iraníes empleaban contra Estados Unidos. 'Sería fácil para el FBI detectar los OVNIs por radar', me escribió, 'y verían que me siguen y que son estrellas en el cielo por la noche que se encienden por medio de algún tipo de máquina de fusión controlada'

Fue la última vez que Chase me escribió. Justo después de la Navidad de 1980, lo encontraron muerto en su celda en Vacaville. Había estado ahorrando muchas pastillas antidepresivas de las que recibía para controlar sus alucinaciones y convertirlo en un preso manejable, y se las había tomado todas de una vez. Algunos dijeron que era un suicidio; otros siguieron creyendo que había sido un accidente, que Richard Trenton Chase había ingerido todas las pastillas en un intento de acallar las voces que lo habían impulsado a matar y que lo atormentaron hasta el día de su muerte

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