El suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo entero. Sus secretos y prejuicios oscurecen las causas y pueden, incluso, llevar a anular su prevención.
“El suicido es un grave problema de salud pública que recibe poca atención por parte de la sociedad, simplemente porqué las personas no quieren hablar de eso”, asegura el Dr. Adam Kaplin, un psiquiatra y neurólogo que imparte cátedra en la Universidad Johns Hopkins, en los Estados Unidos.
Tomando en cuenta la implicación brutal que esta problemática tiene a nivel social y familiar, aquí te presentamos algunos de los principales mitos sobre el suicido y la verdad detrás de ellos.
El suicidio es más frecuente en vacaciones.
Dada la situación de agitación y estrés que las personas sienten por la llegada de las vacaciones (la entrega de trabajos finales, exámenes, etc.), tal vez sea natural que el mito de que los suicidios se incrementan durante los meses de invierno persista. En realidad, el suicidio no muestra ningún patrón estacional.
Pero los picos, cuando llegan ocurrir, generalmente se presentan en la primavera. Este patrón de estación primaveral se remonta hacia finales de los años 1800, según un estudio de las tasas de suicido en todo el mundo publicado por la revista Social Science & Medicine en 1995.
El estudio reveló que en el hemisferio norte, los indicies de suicidio se incrementaban durante mayo. Este efecto era especialmente visible en los países agrícolas y de climas templados, donde las diferencias entre estaciones son más pronunciadas.
Los investigadores no saben a ciencia cierta porqué se observan este tipo de patrones, pero la teoría principal dice que la vida social se torna más intensa en los meses calurosos, colocando detonadores de estrés extras en personas que luchan contra su salud mental.
Abordar el tema del suicidio siembra la idea en la mente de las personas.
Cuando las personas están deprimidas, sus seres queridos pueden tener miedo de preguntar si están teniendo algún tipo de pensamiento suicida, suponiendo que instalarán esa idea en la mente de la persona. Pero según los especialistas, ese no es el caso.
En realidad, los profesionales de la salud mental argumentan que, si se está preocupado por alguien, la mejor cosa que se puede hacer es hablar con esa persona de forma abierta. Preguntar a alguien si está teniendo pensamientos suicidas no va a colocar la idea en la cabeza de esa persona.
Al contrario, puede ayudar a romper la tensión y el silencio que alimenta al comportamiento suicida. Y, lo mejor de todo, hablar ayuda a que la persona solicite ayuda. Sin embargo, al hablar con una persona sobre el suicidio, no se debe tratar de convencer a la persona de que no lo haga, informa la Fundación Estadounidense para la Prevención del Suicidio (AFSP).
Frases como: “Tienes tanto por lo que vivir”, pueden llevar a alguien a las garras de los pensamientos suicidas. La compasión y la empatía son fundamentales. La AFSP aconseja utilizar palabras como: “las cosas deben estar realmente mal para que te sientan así”.
De la misma forma, se debe procurar nunca dejar a una persona suicida a solas y asegurarse de que no tenga acceso a medio letales, como las armas de fuego.
Los que hablan de suicidio sólo buscan llamar la atención.
Un mito común sostiene que las personas que hablan sobre pensamientos suicidas o las que se autoinflingen lesiones, sólo buscan llamar la atención, mientras que los que nunca dicen nada son los únicos que realmente comenten el acto. Eso no es verdad.
Hablar sobre morir o lesionarse a uno mismo es uno de los principales signos de alerta de un intento de suicidio, según informa la AFSP. No todas las personas que intentan suicidarse mostrarán estas señales, claro, pero no sólo porque alguien esté hablando de suicidio no significa que no lo va a hacer.
Si alguien afirma querer morir o cometer suicidio, o investiga maneras de matarse, lo mejor es informar a los familiares y amigos más próximos, y no dejar que esa persona se quede sola.
La mayoría de las personas deja una carta.
Cuando escuchamos hablar de alguien que cometió suicidio, una cuestión casi automática que se nos viene a la mente es: “¿Dejaría una carta?” La idea de que la carta escrita es parte fundamental del proceso de suicidio puede tener sentido para la mente del no suicida, afirma el psicólogo Thomas Joiner, de la Universidad Estatal de la Florida.
Pero, en realidad, los estudios indican que el porcentaje de suicidas que dejan notas se sitúa entre 0 y 40%. “El hecho de que la mayoría nunca dejan notas”, afirma Joiner. “Creo que la razón de esto es que se encuentran en un estado de ánimo muy alienado, hartos de los demás, por lo que no están dispuestos a comunicarse”, finaliza.
El suicidio es inevitable.
La idea de que el suicidio es inevitable es, tal vez, el mito más perjudicial de todos. Muchas personas creen que una persona suicida, invariablemente encontrará alguna manera de morir, sin importar lo que se haga – dicho argumento es utilizado por las personas que se oponen a la instalación de barreras anti suicidio en el puente Golden Gate, por ejemplo.
El verdad, más del 90% de las personas que cometen suicidio tienen problemas de salud mental perfectamente diagnosticables. Pero el acto en sí es, muchas veces, la respuesta de una persona estresada y perturbada en una crisis momentánea.
Un estudio publicado en 2001 en la revista Suicide and Life-Threatening Behavior reveló que entre 153 casos de suicidios casi concluidos, el 24% de las personas intentaron matarse apenas 5 minutos después de decidir que cometerían suicidio. Un setenta por ciento hizo el intento una hora después de su decisión.
Además, el 90% de las personas que intentan suicidarse y sobreviven (incluso por métodos altamente letales, como las armas de fuego) no morirán de suicidio, sugiere un artículo publicado por el The New England Journal of Medicine en 2008.
Es por eso que los especialistas en salud mental aconsejan la erradicación de las oportunidades y medios a las personas con tendencias suicidad – una vez que la crisis pasa, la persona puede ser tratada con determinado éxito dependiendo del trastorno mental subyacente.
Como el sobreviviente Ken Baldwin dijo a la revista New Yorker en 2003, respecto a su intento de quitarse la vida lanzándose desde el Golden Gate, donde el arrepentimiento fue inmediato: “inmediatamente me di cuenta de que todo lo que pensaba no tenía solución en mi vida, era perfectamente solucionable – a excepción del salto.”