Analiza el dato: pasamos aproximadamente un tercio de nuestras vidas durmiendo. Dado que el cerebro sigue funcionando incluso cuando estamos en un sueño profundo, esto también significa que, durante todo este tiempo, también estamos soñando. Partiendo de esta premisa tan importante, el investigador Gary Freeman, del Departamento de Psicología de la Universidad de Suffolk, dedicó su carrera a comprender el acto de dormir, los sueños y, lo más importante, las pesadillas.
Para él, existe una clara diferencia entre las pesadillas y lo que denomina “sueños perturbadores”. Las pesadillas son sueños aterradores que siempre despiertan a quien se encuentra dormido, mientras que los sueños perturbadores no llegan a despertar a la persona.
Un estudio llevado a cabo por personal de la Universidad de Montreal constató que las pesadillas tienen un impacto psicológico mucho más severo que los sueños perturbadores – y que el miedo no siempre es la emoción protagónica: en realidad el soñador puede experimentar culpa, tristeza, ira o confusión. Y esto resulta de vital importancia para definir de donde vienen las pesadillas y su posible utilidad.
Gary Fireman explica que las pesadillas son una forma de procesar emociones y experiencias que no somos capaces de comprender claramente cuando estamos despiertos. Y que nuestro cerebro intenta protegernos de determinados sentimientos percibidos como nocivos, “atrapándolos” en el subconsciente, una región inaccesible para el cerebro (al menos mientras estamos en vigilia). Es allí donde se guardan los deseos reprimidos, y es de allí de donde salen esas sensaciones que no puedes explicar de forma racional, como la ira contra una persona que acabas de conocer o el miedo repentino que parece surgir de la nada.
Cuando estamos dormidos, el “portal” que divide la parte consciente de nuestro cerebro de la parte subconsciente se abre, permitiendo el contacto entre las dos partes. Fireman dice que este “portal” corresponde al lóbulo frontal, una parte de nuestro cerebro relacionada con los pensamientos lógicos y racionales.
Es en este choque entre lo racional y lo reprimido que los sueños y las pesadillas se forman, provocando que las personas puedan hacer conexiones diferentes y más creativas que aquellas que hacen cuando están despiertas. Pero el subconsciente no funciona como el consciente: aquí la comunicación se hace a través de símbolos. Por eso nuestros sueños raramente son literales, e interpretarlos puede ayudar bastante, por ejemplo, en un proceso de terapia.
Esta teoría también puede extrapolarse a las personas que tienen las misma pesadilla, o una parecida, repetidamente. Para Fireman, en estas situaciones es como si el subconsciente estuviera desesperado por hacer que el soñador entienda algo, y por eso comunica el mismo concepto noche tras noche, hasta que el individuo logra organizar sus emociones y digerirlas de alguna forma.
El estudio de Fireman se hizo con un grupo de personas que tenía pesadillas recurrentes, fueran repetidas o no. Durante el experimento, se les estimuló de diversas maneras, y sus respuestas neurológicas fueron monitoreadas. Después, el experto despertó al participante y le solicitó que narrara su sueño – entonces las anotaciones fueron comparadas. El mayor problema es que el sueño, por sí mismo, es imposible de estudiar, ya que en el instante en que la persona se despierta se convierte en un recuerdo.
Sin embargo, esta noción sobre el sueño no es nueva. A finales del siglo XIX, el neurólogo Sigmund Freud ye empezaba a estudiar la relación entre las pesadillas, el subconsciente y nuestras emociones, un estudio que posteriormente generaría el psicoanálisis. La diferencia es que en la actualidad los investigadores pueden echar mano de la tecnología, usando dispositivos de resonancia magnética, por ejemplo, para determinar las áreas del cerebro que reaccionan con cada tipo de sueño.
El subconsciente y las pesadillas, según Fireman, pueden tener una función evolutiva, pues ambos son extremadamente sofisticados. ¿Te has detenido a pensar en ello? El subconsciente es un sistema de defensa, mientras que las pesadillas son una forma de dosificar la realidad para que las personas no colapsen cuando pasan por una experiencia traumática. Por eso, la próxima vez que tengas una pesadilla, intenta recordar con detalles las emociones cuando despiertes. Puede ser complicado, pero es una buena forma de conocernos mejor.
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