Otro caso español de exorcistas asesinos...
El 1 de Febrero de 1990, Encarnación Guardia Moreno, decide someterse a un exorcismo, ya que está convencida de que en su cuerpo habita el demonio; sería lo último que haría en su vida...
Encarnación acude a una sesión de espiritismo con una tía suya, la cual decía que un espíritu hablaba a través de su cuerpo, pero ese día el espiritista sería Mariano Vallejo "El Pastelero" que era además curandero.
Durante el transcurso de la sesión, "el Pastelero" le dijo a Encarnación que veía claramente como un demonio intentaba apoderarse de su cuerpo; la mujer se fue a su casa muy asustada. Esta idea la fue obsesionando poco a poco, hasta el punto de llegar a sentir "algo ajeno y extraño en su interior". Dos de sus primas (también asiduas a las sesiones espiritistas) la convencieron para que volviera con "el pastelero" y este expulsara el demonio de su cuerpo.
A las cuatro de la tarde del siguiente día y al ver que no regresaba a su casa, una de sus hermanas decide ir a buscarla a casa de sus primas; pero no la dejan entrar ya que "la sesión no debe ser interrumpida". La hermana extrañada regresa a casa y le cuenta lo sucedido a su padre y ambos se dirigen en busca de Encarnación. Lo que se encuentran al abrir la puerta es el cuerpo de su hija y hermana, desnudo, amoratado y en medio de un charco de sangre.
Rápidamente avisan a una ambulancia que traslada el cuerpo a un hospital de Granada e ingresa en la UCI, pero muere al día siguiente de un edema cerebral ocasionado por una gran ingestión de sodio que ya había minado su sistema nervioso de forma irreversible.
El suceso es denunciado a la Policía, que detiene como presuntos culpables de un delito de homicidio a Mariano Vallejo, Isabel Guardia y Enriqueta Guardia primas de la difunta; también a Josefa Fajardo (sobrina), aunque en posteriores investigaciones se descubrió la inculpación de más personas, caso de María Alonso Vaca, propietaria del apartamento. Enriqueta aseguró que antes de la muerte de Encarnación todos estaban aterrorizados, ya que esta gritaba: "soy la esposa de Lucifer, voy a engendrar a un hijo suyo si no me ayudáis". Esta actitud de la víctima, que según los médicos, era debido a una depresión nerviosa, fue interpretada por el resto como una posesión demoníaca, y la mujer comenzó a ser sometida a torturas brutales con el fin de que el hijo del demonio no viera la luz.
El macabro exorcismo constaba de tres etapas:
En un principio la víctima se vio obligada a ingerir una pócima compuesta por 250gr de sal diluida en agua, bicarbonato y aceite, lo que le produjo un coma profundo del que ya no saldría.
Después, "el Pastelero" le propinó una brutal paliza, lesionándole todo el cuerpo y arrojándola varias veces contra la pared.
La ceremonia finalizó con la "expulsión del demonio" con ayuda de los familiares: le destrozaron el recto con una barra de hierro y desgarraron con sus manos la vagina de la "poseída" para extraerle los intestinos, según ellos, para "desprender del interior de su cuerpo el engendro de Satanás".
Una de las hipótesis barajadas fue la posibilidad de que la víctima estuviese embarazada de seis semanas, y el supuesto exorcismo no fuera más que un aborto casero; esto fue desechado tras la autopsia que demostró que no hubo embarazo. Por otro lado se cree que todo fue un acto de sadomasoquismo, llevado al extremo, entre el Pastelero y Encarnación.
El juicio dio comienzo el 15 de Enero de 1992 con las declaraciones de los acusados. Debido a las constantes contradicciones, el reparto de culpas no quedó claramente definido. "El Pastelero" reconoció haber practicado el exorcismo a petición de los familiares de la víctima y siguiendo las indicaciones de Encarnación, que le iba dictando los pasos para expulsar el ser demoníaco de su cuerpo. Acusó a Isabel y Enriqueta de convencer a la difunta para que asistiera al ritual y de haberle dado la pócima de sodio; pero estas negaron cualquier participación, acusando a su vez a "el Pastelero" de ser el único culpable. Josefa Fajardo reconoció haber introducido la mano en el ano de la víctima y pincharle la vagina con una aguja ardiendo, afirmando que todos habían participado en el macabro suceso.
Finalmente, la Audiencia Provincial de Granada pidió un total de 5 años de prisión para los inculpados, por delito de lesiones por un lado y de imprudencia temeraria por otro. Para María Alonso se pidieron 2 años y medio por no haber impedido los hechos.
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