domingo, 31 de enero de 2016

La leyenda de la niña en la nieve



Sentada en el rincón de la chimenea, la anciana suspiraba quedamente mientras revolvía la sopa: nunca se había sentido tan triste. Muchos, muchos años habían pasado y habían dejado el peso de los inviernos sobre sus hombros y habían encanecido sus cabellos sin traerle siquiera un hijito. Tanto a ella como a su viejo y
querido esposo les apenaba su falta, porque fuera había muchos niños jugando en la nieve. Les resultaba duro aceptar que ninguno fuera en verdad el suyo. Pero, ¡ay!, ahora ya no les quedaban esperanzas de obtener tal bendición. No verían nunca un gorrito de piel colgado de la repisa de la chimenea, ni dos zapatillas secándose junto al fuego.

Juan de jerusalén



Juan de Jerusalén, fue uno de los fundadores de la Orden de los templarios, y autor de un libro de profecías “Protocolo secreto de las profecías”, que sirvió de inspiración a Nostradamus. Su libro estuvo perdido hasta que los nazis lo encontraran durante la Segunda Guerra Mundial, y desapareció nuevamente para reaparecer antes del año dos mil.

Juan de Jerusalén fue uno de los fundadores de la Orden de los Caballeros del Temple. Nacido en 1040 o 1042 en Vezelay, Francia, y muerto en 1119 o 1120.

Es autor del libro de profecías “Protocolo secreto de las profecías”, que sirviera de inspiración a Nostradamus

Juan de Jerusalén visitó Jerusalén en 1099, donde se encontró con rabinos, sabios musulmanes, iniciados, místicos y cabalistas, astrólogos y adivinos.


Su libro de profecías estuvo oculto hasta la Segunda Guerra Mundial, en que fue hallado por la SS, en una sinagoga de Varsovia, para desaparecer nuevamente luego de la caída de los nazis. Para redescubrirse recientemente en los archivos secretos de la KGB.

Sus profecías se ubican en el año dos mil, poseen una belleza poética, y hacen referencia a otros textos proféticos.
Las profecías de Juan de Jerusalén:

“Veo y conozco Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y atravieso el tiempo de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis... veo y conozco lo que será. Soy el escriba.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...


El hambre oprime el vientre de tantos hombres y el frío aterirá tantas manos, que estos querrán ver otro mundo. Y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno... Pero este destruirá los cuerpos y pudrirá las almas; y aquellos que hayan mezclado el veneno con su sangre serán como bestias salvajes caídas en una trampa, y matarán, y violarán, y despojarán, y robarán; y la vida será un Apocalipsis cotidiano.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

El padre buscará el placer en su hija; el hombre en el hombre; el viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos... Pero la sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho, el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la Tierra , los rostros serán consumidos, los miembros descarnados... el amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan solo por la carne...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

Todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la Tierra ; se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos de moscas y al que se da caza como a las ratas. Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo; dará un puñado de granos como limosna, mientras él dormirá sobre sacos llenos. Y lo que dé con una mano lo recogerá con la otra...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

Los hombres ya no confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar su vida como a una montura; querrán elegir a los hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que no deseen. Pero qué será de estos hombres que se creen Dios?...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

El hombre habrá cambiado la faz de la Tierra ; se proclamará el señor y el soberano de los bosques y las manadas. Habrá surcado el sol y el cielo y trazado caminos en los ríos y en los mares... Pero la Tierra estará desnuda y será estéril. El aire quemará y el agua será fétida... La vida se marchitará porque el hombre agotará las riquezas del mundo...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

Las enfermedades del agua, del cielo y de la Tierra atacarán al hombre y le amenazarán; querrá hacer renacer lo que ha destruido y proteger su entorno; tendrá miedo de los días futuros. Pero será demasiado tarde; el desierto devorará la tierra y el agua será cada vez más profunda, y en algunos días se desbordará, llevándose todo por delante como en un diluvio, y al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá los cuerpos de los más débiles.

El hombre se obstinará porque el orgullo es su locura; no escuchará las advertencias repetidas de la Tierra , pero el incendio destruirá las nuevas Romas y, entre los escombros acumulados, los pobres y los bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas abandonadas...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

El sol quemará la Tierra ; el aire ya no será el velo que protege del fuego, no será más que una cortina agujereada, y la luz ardiente consumirá las pieles y los ojos.

El mar se alzará como agua enfurecida; las ciudades y las riberas quedarán inundadas y continentes enteros desaparecerán; los hombres se refugiarán en las alturas y, olvidando lo ocurrido, iniciarán la reconstrucción.

lunes, 25 de enero de 2016

POR SIEMPRE BEATRIZ



Dicen que cada hogar es un mundo. Dicen, una imagen o mirada, puede valer más de mil palabras. Muchas cosas dicen. A veces es cuestión de encontrar la escena adecuada para que nos cuente la larga historia de una familia en tan solo un instante. Así ocurría con el recursivo acto de cada mañana en la antigua mansión victoriana de una viuda y su hija soltera; una mujer con excesos de kilos y maquillaje llamada Beatriz.
– Mi madre tenía razón – dijo la anciana –, jamás abandonarás esta casa. Te quedarás conmigo para siempre. Ella era una bruja para esas cosas, nunca se equivocaba cuando pronosticaba algo.
– Mentira. No creo que la abuela haya dicho eso – dijo Beatriz.
Ambas desayunaban en la cocina. La casa era enorme, llena de muebles antiguos y adornos invaluables, pero la cocina era el único sitio que utilizaban para las cuatro comidas.
– Se acabó la manteca – dijo su madre –, te dije que compraras.
Beatriz se levantó y buscó en el refrigerador. Al agacharse, sus nalgas se hicieron más anchas que el electrodoméstico. Tuvo la sensación de haber comprado manteca, pero no la encontró.
– Aquí tienes queso para untar, mamá.
– Queso para untar… ¡Eso no es queso! ¡No tiene gusto a nada! Yo no sé por qué compras todo de esa marca…, Lit.
– Es láit, mamá, se pronuncia láit. Significa que es dietético; bajo en calorías.
La vieja exhaló un aire de desprecio. Su rostro se arrugó hasta el punto de que los párpados le taparon los pequeños ojos.
– ¿Te viste en el espejo últimamente? Eres una cerda. Debería llevarte al doctor para que te pese.
– La balanza profesional que compré dice que estoy adelgazando de un modo sano y natural – dijo Beatriz.
La vieja exhaló otro aire de desprecio:
– ¿Esa porquería electrónica?
– Es una balanza para deportistas, mamá; es la mejor que hay.
– Por eso mismo, es para deportistas…, tú la romperás.
El comentario no estaba alejado de la realidad; su hija pesaba poco menos del límite del artefacto. Beatriz abrió la boca para intentar defenderse, pero fue interrumpida otra vez:
– ¿Puedes ir a comprar manteca, por favor?, antes de que mis huesos se transformen en polvo.
– Termino de desayunar y voy.
– Hace media hora que no paras de tragar, ¡por eso estás así!, ¡por comer tanta comida lit!
Beatriz levantó su robusto cuerpo de la silla de un salto:
– ¡Es láit, mamá!, ¡se pronuncia láit!
Subió a su habitación a ponerse unos zapatos con tacos. Su madre siempre le decía que usaba demasiados cosméticos y que esos zapatos la hacían ver muy alta, pero eran necesidades que ella tenía para sentirse femenina, era como un último recurso para salvar su dignidad.
Caminó por las calles que recorrió durante cuatro décadas, cruzándose con las mismas personas de siempre, sin embargo nadie en el camino la saludó. En el barrio había muchas otras mansiones victorianas, pero ninguna tan grande y antigua como la de su familia.
Al llegar al almacén, el joven empleado la recibió con alegría y hablaron durante unos minutos, luego ella llevó manteca y una serie de productos light.
Cuando regresó, su madre ya no estaba en la cocina, y ella guardó los productos en el refrigerador. Entonces vio que en medio del estante se encontraba la manteca que había comprado unos días atrás. Subió las escaleras indignada y allí se cruzó con su madre:
– Había manteca, mamá – le dijo –, la encontré recién.
– Lo sé – dijo la anciana –, la escondí para que fueras al almacén; ese muchacho es el único que te dirige la palabra. Tal vez algún día en el que no te veas demasiado fea, te invite a salir
– Ese muchacho es gay, mamá.
– ¿Es qué?
La anciana sabía lo que eso significaba. Además, no era la primera vez que se lo preguntaba, pero parecía gozar poner nerviosa a su hija.
– Gay…, homosexual…; que le gustan los hombres. Te lo dije el otro día.
Su madre soltó una risotada, una tan fuerte que le desacomodó la dentadura postiza. Beatriz la miró con una expresión de desagrado, jamás pudo acostumbrarse a esos momentos en que los amarillentos dientes falsos comenzaban a separarse de su paladar y encías, unidos tan solo por una pegajosa saliva burbujeante.
La anciana pasó su lengua por sus dientes para acomodárselos y Beatriz vio las llagas que tenía, aumentando más aún su gesto de desprecio.
– Me causa gracia pensar que ese muchacho se acuesta con más hombres que tú. Esto es culpa de tu padre, te crió como lo criaron a él: lleno de temores y complejos. Mírate, estás haciendo el mismo gesto con la nariz que me hacía él cuando sabía que yo tenía razón. Tienes su misma narizota.
Beatriz sentía tanto fuego en su interior que no pudo pronunciar palabra alguna.
– Cuando él murió, intenté cambiarte, pero ya te habías vuelto una gorda fea y acomplejada. Por su culpa eres tan acomplejada.
– Papi no tiene la culpa de nada. Eres tú, mamá – dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
La anciana la golpeó en el rostro.
– A mi no me eches la culpa, tu eres así porque fue tu decisión, ¿por qué no tienes novio sino?
– Por ti, porque me quedé contigo para ayudarte, para cuidarte.
– Esas son excusas, es lo más fácil en lugar de arriesgarte y salir al mundo. Pero claro, conmigo tienes el motivo perfecto para justificar tus fracasos. No eres más que un monstruo social; una gorda solterona con un novio maricón.
Beatriz comenzó a hacer todo tipo de gestos con su nariz, los mismos que hacía su padre. Sus manos habían tomado la forma de una garra rígida debido al dolor que había acumulado durante cuatro décadas.
– TÚ eres la que decidió quedarse – dijo la anciana mientras su dentadura parecía estar a punto de saltar de su boca –. Te sientes segura en esta casa porque aquí no tienes que enfrentar tus temores. ¿Por qué no te vas de una vez con tu novio maricón a comer queso lit?, ¿por qué no me dejas morir en paz?
Beatriz no pudo continuar escuchándola. Sus sentimientos más primitivos tomaron el control de su cuerpo y de pronto sujetó a la anciana del cuello con ambas manos:
– ¡Es láit, vieja de mierda!, ¡se pronuncia láit!
Madre e hija se sujetaron y comenzaron a forcejear mientras se golpeaban contra la baranda del primer piso. Beatriz empujó a su madre contra la pared con sus fornidos brazos y la cabeza de la anciana rompió el vidrio de un cuadro con la foto de su difunta abuela. En ese momento el taco del zapato de Beatriz se quebró, y ambas cayeron rodando por las escaleras.
Beatriz se golpeó la cabeza muy fuerte contra el suelo. Los sillones coloniales se acercaban y se alejaban de ella, y la biblioteca Chippendale flameaba como una bandera. Miró a su lado y vio que su madre se había quebrado el cuello; yacía muerta con los ojos abiertos y sin dentadura. Beatriz se llevó la mano al rostro y se despegó la prótesis de su madre que se le había adherido a la mejilla.
El dolor de cabeza no la dejaba ni pensar, lo único que tenía ganas era de acostarse a dormir. No había nada que hacer por la vida de la anciana, y se le ocurrió esconderla en algún lugar de la casa hasta que se lo ocurriese algún plan.
La sujetó de las piernas y la arrastró hasta el sótano. Luego se fue a un rincón del oscuro lugar y vomitó en un recipiente; el dolor de cabeza se había hecho más agudo. Subió las escaleras hasta su habitación, donde se acostó y no tardó en quedarse dormida.
Un fuerte silbido la despertó. Parecía el ulular de un viento frío; pero no provenía de afuera, sino del interior de la antigua mansión.
La ventana de su habitación se cerró de repente. Beatriz saltó de la cama por el ruido. Estaba oscuro, pero ella no sabía qué hora era, sentía que había dormido durante una semana.
Se sintió ahogada, intentó abrir la ventana con todas sus fuerzas pero no pudo. Camino por el pasillo del primer piso tambaleándose mientras se sujetaba de la baranda o se apoyaba en la pared, tirando cuadros y otros adornos colgantes.
Todas las luces estaban apagadas. Tocó la perilla de la luz, pero no se encendió. Fue hasta el baño. Un claro de luna la iluminó a través del tragaluz, y puedo verse al espejo; estaba pálida.
Solo por costumbre, se paró en la balanza.
– No funciona – dijo una voz – Te dije que la romperías, cerda.
Las luces comenzaron a titilar. Beatriz miró a su alrededor y de pronto la lámpara estalló. Salió del baño corriendo y los postigos de la casa comenzaron a abrirse y a cerrarse, golpeando con fuerza contra las ventanas.
– Jamás abandonarás esta casa, Beatriz – dijo la voz.
Bajó por las escaleras e intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave, fue corriendo por la casa, chocando con cada mueble. Pero todas las ventanas estaban trabadas.
– ¡Perdóname, por favor! – dijo Beatriz –, no fue mi intención. Tú me maltrataste toda mi vida
– Debiste irte si así fue. Tú decidiste quedarte. Ahora es demasiado tarde.
Se escucharon ruidos en la puerta principal, alguien estaba intentando abrirla desde afuera.
– ¡Está trabada la puerta! – dijo Beatriz – ¡Le suplico que me ayude!
El visitante forzó la puerta y logró entrar. Se trataba de un grupo de seis hombres.
– ¡Es mi madre, me persigue, ha regresado de la muerte!
Dos hombres se dirigieron al piso de arriba, otros dos se dirigieron al sótano y dos se quedaron en el salón principal junto con Beatriz.
– Disculpe, señor. ¿Oyó lo que le dije?
Nadie le contestó.
Beatriz intentó explicar lo sucedido, pero aquel que le daba órdenes al resto, no respondía a sus preguntas.
Los hombres que se habían dirigido al sótano hallaron el cadáver de su madre. Todo daba vueltas a su alrededor, su cabeza comenzó a dolerle nuevamente y el fuerte silbido volvió a lastimar sus oídos.
– ¡Esta bien!, ¡lo admito! Yo la maté. Fue un accidente; estábamos discutiendo junto a la escalera y las cosas se salieron de control.
Nadie contestó. Un instante después vio que bajaban las escaleras con una camilla y un enorme cuerpo cubierto por una bolsa negra.
El forense llegaría luego a la conclusión de que Beatriz y su madre habían caído por las escaleras, pero que ella no había muerto al instante, sino que sufrió un traumatismo cerebral, y falleció mientras dormía.
Su cuerpo y el de la anciana ya no estaban en la casa, pero de algún modo allí seguían las dos.
Beatriz giró la cabeza y vio que el antiguo espejo Luis XVI no la reflejaba, luego giró hacia el otro lado y vio una pequeña figura traslúcida de dientes amarillentos:
– Te dije que te quedarías conmigo para siempre, Beatriz. Debiste irte cuando pudiste. Ahora jamás abandonarás esta casa. ¡Jamás!
La risa de la anciana sonó en toda la mansión victoriana. Beatriz volvió a escuchar el fuerte silbido, pero esa vez no se detuvo.

EN EL NOMBRE DEL PADRE



– Estoy llenando una planilla del colegio, ¿qué pongo donde pide el nombre del padre?


– No pongas nada – dijo mi madre –; déjalo en blanco.


Ella nunca me dijo quién fue mi progenitor. De niño acostumbraba imaginarlo como un noble capitán de barco, de esos que se hunden con su embarcación. Otras veces lo pensaba como un astronauta que murió cuando su nave quedó atrapada por la gravedad del Sol. Pero los niños pueden ser muy crueles. En el colegio inventaron versiones mucho más desagradables que las que yo me atrevía a imaginar. Lo hacían como si convertirme en un monstruo social los hiciera más buenos a ellos. Lo hacían como si sus apellidos los eximiera de todo juicio hacia su persona.


Una tarde, cuando regresaba a mi casa, uno de ellos me atacó por la espalda. Caí al suelo sin ofrecer la menor resistencia. Al girar vi que mi agresor estaba acompañado por tres amigos. No tenía necesidad de refuerzos, tenía un cuerpo musculoso y anchos hombros; mi aspecto es famélico y mi columna está encorvada hacia el frente. Su piel bronceada y sus rizos dorados enloquecían a todas las jóvenes del curso; mi piel es de un color gris pálido y mi cabello, negro y lacio, jamás llamó la atención de nadie.


No me pregunten cómo lo supe, no podría explicarlo, pero en ese momento me levanté del suelo sin usar las piernas ni los brazos. Me elevé unos centímetros en el aire y apoyé lentamente mi largo dedo índice sobre su pecho. Su corazón se secó al instante. Cayó con la mandíbula dislocada, llenando el suelo de una sangre oscura que brotaba de sus ojos mientras yo me alejaba ante la mirada perpleja de los otros tres muchachos. Antes de retirarme giré la cabeza ciento ochenta grados hacia ellos mientras me miraban aterrados:

– Que esto quede entre nosotros – les dije –, o sus almas sufrirán el mismo destino que la de él.

No volvieron a molestarme. Uno de ellos se suicidó esa misma noche. Otro fue internado en un instituto psiquiátrico y al parecer no saldrá de allí en mucho tiempo. El tercero sigue yendo a la escuela, pero ya no es el mismo; nunca habla con nadie y cada vez que lo cruzo en los pasillos baja la cabeza para evitar mirarme.

Me siento bien en el colegio ahora, pero lo más importante… es que ya sé quién es mi padre.

Una sombra en medio de la oscuridad




En una noche sentados en la oscuridad, alejados de todo. Todos hablábamos, reíamos, bebíamos y todas esas cosas que haces con los amigos. Cuando mejor lo pasábamos, Carol, mi mejor amiga empezó a llorar mientras gritaba que en el fondo en la oscuridad había alguien que vestía de negro y estaba tan pálido que parecía un muerto.

Comenzamos a reírnos y le dijimos que dejara de beber. Ella insistió. Dos de los chicos que estaban con nosotros se ofrecieron a acompañarla hasta el sitio para que se convenciera de que allí no había nada ni nadie. Al final fuimos todos. Miramos por todas partes y, como habíamos pensado, no había nada; mejor dicho, nadie.

Carolina se calmó, volvimos a crear el ambiente que teníamos cuando ví algo: era ese hombre, de negro. Me entró tal miedo que comencé a gritar. Los chicos pusieron cara de asustados y nos empezaron a decir que la broma había estado muy bien pero que paráramos, que se estaba haciendo pesada. Nosotros no dejábamos de decir que aquello no era una broma, que habíamos visto a aquel hombre o lo que fuese.



Después de un rato decidimos quedarnos allí un poco más, pero esta vez cambiamos los sitios. Cuando más a gusto estábamos, uno de los chicos, Juan, le dijo a otro que mirase al fondo. Este se levantó y dijo gritando¡¡¡¡CORRAN!!!! No tuve tiempo a girarme y mirar, pero sé lo que vieron.¡¡¡SI!!! Se que habíamos bebido, y también se que cuando se bebe se puede llegar a ver cosas que en realidad no están pasando pero en este caso lo vimos cuatro personas. No volvimos a aquel sitio nunca más. Pero hemos escuchado que ciertos grupos de jóvenes que han estado en ese sitio han tenido la misma experiencia que nosotros.

Muerta por equivocación




Era sábado y Sandra quería ir a la fiesta con sus amigos. Su Madre se opuso a que Sandra Saliera a esa Fiesta y le negó la salida con sus amigos. Sandra decepcionada por no poder ir a la Fiesta por caprichos de su madre, se recostó en su cama a llorar desconsolada y se quedó en estado de catalepsia.

Toda su familia y Amigos, pensaron que Sandra estaba muerta, transcurrieron las 24 horas que se necesitan para poder enterrar a la persona fallecida.
Sandra fue enterrada y 5 horas más tarde, se escucharon los gritos desgarradores de una mujer en el cementerio, era Sandra que estaba enterrada y revivió pero ya no se pudo hacer nada.



Ahora en día Sandra aparece y hace una visita a dónde fue su casa, muchas personas la han visto, los últimos en verla fueron unos muchachos que entraron a un patio solitario que queda frente al cementerio a bajar cocos de un árbol.

Cuentan que ellos solo vieron que iba saliendo una mujer del Cementerio y salieron a la carrera a esconderse…cuando paso cerca de ellos…. la mujer caminaba en el aire y la cara desgarrada como comida por los gusanos.
Muchos tuvieron que cambiarse de domicilio por el impacto que le causó este acontecimiento.
Hoy en día Sandra sigue visitando su casa como siempre.

Historias de Fantasmas



¿Has sentido alguna vez que no estás solo en la habitación?, quizá también has sentido un escalofrío en tu cuerpo sin saber el porque o simplemente has escuchado tu nombre susurrado al oído y por supuesto allí no había nadie.¿Te ha ocurrido alguna vez?.


Según las creencias, un fantasma es una aparición no material o esencia de un organismo por lo general de un ser humano. Con mayor frecuencia, se atribuye el término fantasma a la aparición de un difunto, cuya aparente solidez oscila entre la mera masa brumosa y la perfecta réplica de la persona, aunque también puede referirse al de una persona aún viva.

En muchas culturas se ha creído desde antaño que el alma sale del cuerpo en momentos de inconsciencia, por ejemplo durante el sueño o que el espíritu merodea junto al cuerpo del 
difunto.


Para que este fenómeno pueda ser observado hace falta que se den unas condiciones muy especiales.
De todas formas si eres una persona que tienes la inquietud de presenciar este fenómeno, deberías estar provisto de equipo tal, como una cámara de fotos con carretes altamente sensibles, infrarrojos y visores nocturnos para poder plasmar el momento de la materialización.


Realmente las apariciones casi siempre han sido plasmadas en fotografías y cintas de video de manera casual. También tenemos que barajar la posibilidad de ser testigo de una materialización mediante sesiones de espiritismo con ayuda siempre de un médium fiable y profesional.

Son muchas las historias que cuentan encuentros inesperados con fantasmas, encuentros que cambiaron la vida de quienes las protagonizaron, quienes los han visto no han podido olvidarlo nunca.

viernes, 22 de enero de 2016

LA INQUISICION ESPAÑOLA LUCHAS CONTRA LOS HEREJES




Inquisición: Es un tribunal eclesiástico establecido para perseguir la herejía y demás delitos contra la fe. Históricamente tuvo dos manifestaciones distintas: la Inquisición medieval, directamente vinculada al pontificado, y la Inquisición española, establecida por los Reyes Católicos.

El primitivo tribunal de la Inquisición fue creado por Gregorio IX en 1231 con el objeto de frenar el avance de la herejía de los albigenses en el S de Francia. En 1235 se constituyó en diferentes países de Europa con el consentimiento de Federico II. Encomendada a los dominicos, era una instancia extraordinaria cuyo poder procedía directamente del Papa. La tortura fue admitida por Inocencio IV (bula Ad Extirpártela, 1252) como procedimiento procesal para obtener la confesión. Posteriormente su utilización fue confirmada por Alejandro IV (1259) y Clemente IV (1265).

En España se introdujo en la Corona de Aragón, con Jaime I, a instancias de su confesor san Raimundo de Peñafort. Su constitución definitiva tuvo lugar en el concilio de Tarragona (1242). El establecimiento de la Inquisición en los diferentes reinos hispánicos y luego en América se debió a la iniciativa de los Reyes Católicos, tras una serie de negociaciones con Sixto IV, entre 1478 y 1483.

El primer gran inquisidor fue Tomás de Torquemada, confesor de la reina Isabel. A diferencia de la institución medieval, el nuevo tribunal o Santo Oficio se organizó con plena independencia de la Santa Sede, bajo la jurisdicción directa de la corona. Su actuación se centró, principalmente, en la represión del judaísmo, y, después de la expulsión de los judíos (1492), en la persecución de los falsos conversos, la bigamia, la blasfemia, la brujería, los libros prohibidos, etc.

El órgano rector era llamado Consejo Supremo de la Inquisición. De él dependían los tribunales provinciales, dirigidos por un inquisidor auxiliado por calificadores y familiares. Las sentencias eran hechas públicas en los llamados autos de fe y las condenas a muerte, ejecutadas por la justicia secular. Los reinados de Carlos V y Felipe II fueron los de mayor desarrollo del Santo Oficio, utilizado incluso como instrumento político, para decaer en los siglos siguientes.

La Inquisición fue suprimida por las Cortes de Cádiz en 1813. Fernando VII la reimplantó en 1814 y fue definitivamente abolida por María Cristina en 1834. (Fuente Consultada: Gran Enciclopedia Universal Espasa Calpe Tomo 21)


Tribunal de la Inquisición Española

La Iglesia católica romana

Uno de los apóstoles, san Pedro (llamado originalmente Simón o Simeón), organizó a los cristianos en la Iglesia primitiva. Es decir, parece haberlo hecho. Los relatos históricos hablan poco de la vida y las obras de Pedro. San Pablo, judío converso a quien se considera también apóstol, predicó extensamente entre los gentiles (es decir, no judíos), incluyendo a los romanos.
La Iglesia católica considera a Pedro el primer obispo de Roma, y allí, según la leyenda, fue crucificado por los romanos hacia el año 64 d.C. La Iglesia estableció su sede en Roma, donde los sucesivos papas (de la palabra latina papa que significa padre) han sido ungidos como los sucesores de Pedro y representantes de Dios en la tierra.

Convertirse en “la Iglesia”

Hasta la Reforma protestante la Iglesia católica romana era simplemente la Iglesia, al menos en Europa. La palabra católico significa universal o de gran alcance. La Iglesia católica romana era la iglesia de todo el mundo.

La doctrina católica romana se centra en una Santa Trinidad, en la que un dios toma la forma de tres personas distintas:

Dios Padre, Dios Hijo (Jesús) y Dios Espíritu Santo. Los católicos veneran también a la madre de Jesús, María, a quien consideran virgen después de haber dado milagrosamente a luz. (Los santos son seres humanos cuyas vidas ejemplares causan milagros divinos y cuya virtud, confirmada por la Iglesia, los hace acreedores a la condición de santidad.)

Aunque varios emperadores romanos persiguieron a los cristianos, Constantino el Grande dio media vuelta en el siglo cuarto d.C., y no solamente ordenó tolerar el cristianismo sino que convirtió a la Iglesia en una institución rica y poderosa.

Una fuerza unificadora

A la caída del Imperio Romano de Occidente, en el siglo quinto d.C. la Iglesia permaneció siendo la principal fuerza unificadora y civilizadora en Europa, llamada también la cristiandad. Los reyes consideraban que su autoridad era un derecho concedido por el dios de los cristianos. El papa era no sólo un líder espiritual sino también político. León III (el futuro san León) coronó al rey franco Carlomagno como emperador de Occidente (o emperador del Sacro Imperio Romano) en el año 800 d.C.

Cuando el pontífice Urbano II hizo un llamado para la liberación de los Santos Lugares (el Israel actual) del dominio turco, su poder y prestigio impulsaron las Cruzadas en 1095.

Enfrentar disidencias y abandonos

Sin embargo, no todo el mundo estaba de acuerdo sobre si el rey respondía directamente ante Dios o ante el Papa, y esto produjo luchas de poder que duraron siglos. En la Inglaterra del siglo doce este desacuerdo causó el asesinato del arzobispo de Canterbury, a manos de los soldados de Enrique II, lo que fue un desastre de relaciones públicas para el rey. Enrique negó haber ordenado el hecho, pero se había quejado del arzobispo, Thomas Becket, quien había sido antes su canciller, y había manifestado en voz alta su deseo de verse librado de tan “turbulento clérigo”.

A veces surgían disputas acerca de quién era el verdadero papa. Cuando Federico 1, emperador del Sacro Imperio Romano, estuvo en desacuerdo con la elección de Orlando Bandínelli como el papa Alejandro III, ocurrida en 1159, simplemente decidió nombrar por su cuenta, uno tras otro, a sus propios candidatos, que recibieron el nombre de antipapas. Víctor IV, Pascal III, Calixto IV e Inocencio III se llamaron a sí mismos papas, pero Roma replicaba: “Vaya! ¡Ninguno de ustedes es el verdadero papa!” 

Las luchas de poder entre la Iglesia y los gobernantes nacionales causaron la Reforma protestante del siglo dieciséis

La Reforma produjo contiendas militares entre protestantes y católicos, la mayor de las cuales fue la guerra de los treinta años. Esta contienda comenzó en 1618, cuando los protestantes de Bohemia, región que formaba parte del Sacro Imperio Romano, trataron de nombrar un rey protestante. España se lanzó a la guerra, del lado católico, y como demostración de que las guerras religiosas suelen ocurrir por causas ajenas a la religión, la católica Francia se alió con los protestantes. (Los franceses estaban inquietos por el hecho de que los Habsburgo, familia católica que gobernaba España y el Sacro Imperio Romano, se estaba volviendo demasiado poderosa.)

Algunos conflictos entre protestantes y católicos, pero sólo de nombre, habrían de estallar mucho tiempo después. Uno particularmente enconado se centra en la disyuntiva de si Irlanda del Norte, en donde la mayoría de la población es protestante, debe seguir formando parte de la Gran Bretaña o unirse a la democrática y católica República de Irlanda.

Puesta en marcha de la Inquisición

Antes de que el clérigo alemán Martín Lutero desencadenara la Reforma protestante en 1517, ciertos funcionarios eclesiásticos intentaron abordar el problema de la percepción extendida y creciente de muchos europeos acerca de la corrupción, indolencia y arrogancia de sacerdotes y monjes. Algunos cardenales y obispos trataron de expulsar a los clérigos de conducta impropia. Estos ensayos reformistas tuvieron poco éxito, excepto en España, país que, al enfrentar desafíos diferentes de los de gran parte de Europa, produjo una solución extremista.

Los moros, que eran musulmanes, gobernaron España durante siglos. Los cristianos tomaron el último reino musulmán de la península en 1492, el mismo año en que Colón se hizo a la vela. Muchos judíos vivían también en España. Y como los moros eran más tolerantes que los cristianos europeos hacia los judíos, éstos preferían vivir en las regiones dominadas por los musulmanes.

Al perder los moros el poder, judíos y musulmanes quedaron paralizados. Podían salir del país, convertirse al cristianismo o, posiblemente, ser asesinados. Muchos se convirtieron, pero eran cuando mucho cristianos tibios: odiaban a la Iglesia y a todo lo que simbolizaba, y practicaban en secreto sus religiones.

Los cristianos españoles temían que estos cristianos nuevos se rebelaran si los moros de África del norte o los turcos musulmanes del oriente atacaban. Por su parte, la jerarquía eclesiástica temía que el resentimiento de los cristianos nuevos minara la autoridad de los sacerdotes.

Para aliviar estas inquietudes, los monarcas Fernando e Isabel pusieron en marcha la Inquisición española, campaña para detectar, exponer y castigar la herejía.


La Inquisición ganó bien su reputación de minuciosidad, imparcialidad (nobles, religiosos y gente del común eran todos vulnerables) y abominable crueldad. Operaba en secreto, empleando informadores anónimos y efectuando arrestos nocturnos, y recurría al confinamiento solitario y a la tortura para arrancar las confesiones.

La sentencia era pública, sin embargo, y tenía lugar en una llamativa ceremonia llamada auto da fe, en la cual los prisioneros aparecían vestidos con una túnica especial denominada sambenito. Las penas iban desde multas y azotes hasta el trabajo forzado como remero en una galera y la muerte por el fuego.

Tales tácticas y castigos no eran inusitados en ese tiempo, y de hecho la Inquisición era menos cruel que muchas cortes civiles: prohibía la tortura que produjera daño físico permanente y requería la presencia de un médico; los condenados a la hoguera debían morir primero, casi siempre por estrangulación.

Con todo, la institución era temible. Los marineros extranjeros tenían pavor de un arresto en España por piratería o contrabando, pues estaban seguros de que terminarían en manos de la Inquisición, y difundían historias sobre sus horrores.

Simultáneamente, la Iglesia española se volvió más rigurosa. Sacerdotes y monjes indolentes y corruptos fueron expulsados. Así que cuando las ideas de la Reforma protestante llegaron a España, no encontraron tierra fértil. La Inquisición se encargó de aquéllos pocos tentados por el protestantismo. Y sólo para asegurarse, mantuvo alejadas las ideas que consideraba peligrosas mediante la proscripción de libros y la prohibición, para los españoles, de estudiar en universidades extranjeras. El asunto funcionó y las ideas calvinistas y luteranas no encontraron eco en la península ibérica.

Se mantiene la continuidad

La Iglesia permaneció siendo una importante influencia civil en las naciones firmemente católicas y sus territorios, durante el siglo dieciséis, y en la actualidad continúa teniendo poder en muchos países. Los sacerdotes, que figuraron entre los primeros españoles presentes en muchas regiones del Nuevo Mundo , construyeron misiones y convirtieron a los nativos, con lo cual el catolicismo se convirtió en la religión mayoritaria de gran parte de Latinoamérica.

La Iglesia católica sigue ejerciendo influencia política. Sus normas influyen desde hace tiempo sobre las leyes civiles, especialmente en lo referente a problemas de orden moral como el divorcio y el control natal, en países católicos como Italia e Irlanda.

Algunas conductas en los asuntos políticos son contrarias a la política del Vaticano. En el siglo veinte, la Iglesia católica romana censuró a los clérigos latinoamericanos que predicaban la teología de la liberación y participaban en movimientos políticos populares.

Como Actuaban?: Los inquisidores se establecían por un periodo definido de semanas o meses en alguna plaza central, desde donde promulgaban órdenes solicitando que todo culpable de herejía se presentara por propia iniciativa. Los inquisidores podían entablar pleito contra cualquier persona sospechosa. A quienes se presentaban por propia voluntad y confesaban su herejía, se les imponía penas menores que a los que había que juzgar y condenar. Se concedía un periodo de gracia de un mes más o menos para realizar esta confesión espontánea; el verdadero proceso comenzaba después.

Si los inquisidores decidían procesar a una persona sospechosa de herejía, el prelado del sospechoso publicaba el requerimiento judicial. La policía inquisitorial buscaba a aquellos que se negaban a obedecer los requerimientos, y no se les concedía derecho de asilo. Los acusados recibían una declaración de cargos contra ellos. Durante algunos años se ocultó el nombre de los acusadores, pero el papa Bonifacio VIII abrogó esta práctica. Los acusados estaban obligados bajo juramento a responder de todos los cargos que existían contra ellos, convirtiéndose así en sus propios acusadores. El testimonio de dos testigos se consideraba por lo general prueba de culpabilidad.

Los inquisidores contaban con una especie de consejo, formado por clérigos y laicos, para que les ayudaran a dictar un veredicto. Les estaba permitido encarcelar testigos sobre los que recayera la sospecha de que estaban mintiendo. En 1252 el papa Inocencio IV, bajo la influencia del renacimiento del Derecho romano, autorizó la práctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento había sido ajeno a la tradición canónica.

Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban al mismo tiempo en una ceremonia pública al final de todo el proceso. Era elsermo generalis o auto de fe. Los castigos podían consistir en una peregrinación, un suplicio público, una multa o cargar con una cruz. Las dos lengüetas de tela roja cosidas en el exterior de la ropa señalaban a los que habían hecho falsas acusaciones. En los casos más graves las penas eran la confiscación de propiedades o el encarcelamiento. La pena más severa que los inquisidores podían imponer era la de prisión perpetua. De esta forma la entrega por los inquisidores de un reo a las autoridades civiles, equivalía a solicitar la ejecución de esa persona.

Aunque en sus comienzos la Inquisición dedicó más atención a los albigenses y en menor grado a los valdenses, sus actividades se ampliaron a otros grupos heterodoxos, como la Hermandad, y más tarde a los llamados brujas y adivinos. Una vez que los albigenses estuvieron bajo control, la actividad de la Inquisición disminuyó, y a finales del siglo XIV y durante el siglo XV se supo poco de ella. Sin embargo, a finales de la edad media los príncipes seculares utilizaron modelos represivos que respondían a los de la Inquisición.

AMPLIACIÓN DEL TEMA:

La Inquisición se estableció a mediados del siglo XIII por la autoridad pontificia en los diversos países de Europa occidental. A fines del siglo XV, los Reyes Católicos instaron la creación de un nuevo tribunal del Santo Oficio como instrumento eficaz para consolidar la unidad religiosa y nacional de la península Ibérica, en peligro por la amenaza que representaban los judíos conversos, mantenedores en secreto de sus viejas prácticas y frecuentes autores de conspiraciones y desórdenes.

Durante el periodo de máxima grandeza de la Monarquía española, mientras los barcos regresaban del Nuevo Mundo cargados de plata, los inquisidores, en su mayoría frailes dominicos, censuraban libros e investigaban cualquier acusación de desviación de la ortodoxia católica. Tales acusaciones podían formularse en secreto, a veces por vecinos que se cobraban viejas rencillas. La presentación voluntaria de todo hereje o sospechoso que confesaba su culpa acarreaba tan sólo la imposición de leves penitencias. Pero la denuncia o actuación de oficio contra algún acusado originaba un proceso lento y minucioso, durante el cual quedaba incomunicado en prisión preventiva sin conocimiento de quiénes eran sus testigos o acusadores. Sólo cuando el resultado de las pruebas parecía dudoso, se recurría al tormento para obtener la confesión del acusado. No sólo la Inquisición usaba la tortura. En la época estaba autorizada en casi toda Europa: morir en la hoguera era un castigo de uso común en las cortes seculares.


LOS AUTO DE FE: 

Repicaban las campanas y se decían misas por las almas de los Infortunados que estaban a punto de morir en un auto de fe. El término, de origen portugués, se refería a un acto público y solemne en el que eran leídas las penas impuestas por el tribunal del Santo Oficio, creado para la represión de la herejía y demás delitos contra la fe cristiana (superstición, brujería, iluminismo, apostasía, etcétera).

Hombres y mujeres condenados salían de sus celdas y eran llevados en una extraña procesión que encabezaba el portaestandarte de la Inquisición, seguido por tambores, trompetas, portadores de cruces, banderas y hachones encendidos, así como frailes de distintas órdenes.

A continuación desfilaba la lúgubre procesión de los condenados. Los acusados vestían una túnica penitencial. Algunos llevaban la cabeza rapada, en tanto que otros, con un toque de comedia negra, tenían puesta una coroza, un capirote puntiagudo que simbolizaba a los penitentes. Al final de la procesión marchaban los jueces y funcionarios, seguidos por el inquisidor local y el obispo de la diócesis.

Frente al acto final

Alineada en la calle, asomada por las ventanas o espiando por entre las rendijas, la multitud presenciaba el espectáculo con reverente temor. Algunos se arrodillaban, otros proferían insultos a los condenados y muchos acudían al lugar donde se desarrollaría el acto final del drama: una enorme plataforma con bancos para los condenados, un altar y estrados para los funcionarios.

Tras la oración pública, seguida de un sermón, se procedía a la lectura de los nombres de los condenados y de los cargos que se les imputaban. Finalmente se dictaba sentencia. Algunos sólo sufrían la humillación de llevar el sambenito —capotillo o escapulario que se ponía a los penitentes reconciliados— durante algún tiempo; otros recibían azotes y, algunos más, eran condenados a prisión. Muchos eran remitidos a la justicia civil, pues la Iglesia no podía quitar la vida a nadie.

Eran los jueces estatales quienes conducían a las víctimas a la hoguera, en las afueras de la ciudad. Los que se arrepentían de sus pecados en el último instante eran muertos a garrote. Los demás eran quemados vivos.

martes, 19 de enero de 2016

LA MARCHA DEL MILLÓN DE PORROS




Miles de personas asisten a la manifestación por la libertad de maría. El éxito de la Marcha del Millón de Porros en la capital se suma al de las más de ciento cincuenta ciudades de todo el mundo que se movilizaron el año pasado para pedir la legalización de la marihuana

"Asunto de drogas. Asuntos sociales". Esta es la leyenda de la pancarta que encabezó la Marcha del Millón de Porros en la que defensores del cáñamo llegados desde todos los puntos de España pidieron la legalización del cannabis y del autocultivo, la derogación de la normativa actual y una renovación del Plan Nacional sobre Drogas con la participación de los representantes de los consumidores. Los asistentes portaron mensajes claros y directos mezclados con buenos humos y risas. Canutos gigantes de atrezzo, cánticos, bailes, disfraces, banderas con la hoja de marihuana y música de batucada.

En Sol estuvieron familias enteras, jóvenes y no tan jóvenes, castellanos, catalanes, andaluces y gallegos. Plantadores, fumadores, estudiosos, políticos y curiosos. La Marcha del Millón de Porros fue un éxito de la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC)y de la Asociación Madrileña de Estudios Cannábicos (AMEC), pero también del resto de colectivos que se presentaron en la Puerta del Sol y que llegaron desde Valladolid, desde León, Sevilla, Barcelona... Y, por supuesto, de todos los que participaron individualmente y de manera anónima porque para ellos es el triunfo verdadero de la convocatoria.

Esta concentración lleva celebrándose desde hace una década y las exigencias que la motivan también son antiguas pero no por eso han perdido actualidad. Las políticas prohibicionistas de las sucesivas administraciones siguen provocando el efecto contrario al supuestamente deseado: El aumento del consumo y los problemas de carácter sanitario, judicial y social continúan agravándose. Así, uno no se puede extrañar ante respuestas como las de Cannabicum de Valladolid, "Autogestiona tu vida. Contra la prohibición, planta María"

Iban llegando a la Puerta del Sol tranquilamente, con su parafernalia de banderas y pancartas, "Paz y Porros" se leía en una de ellas con un guiño sutil. Según Jorge García, diputado de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid, acudieron más de 10.000. Para el periódico La Razón no eran más de quinientos. Siempre habrá gente dispuesta a no ver.

En este caso, poco importan las cuentas. Fueron muchos, millones si se cuentan los participantes de otras ciudades que ese mismo día celebraban este acto. Desde Johannesburgo a Oslo, en Bruselas, en Moscú, Toronto y Viena, Río de Janeiro, Londres, Nueva York, París, Zagreb, Kingston, Berlín, Lisboa, Los Angeles... Una verdadera victoria sobre la sinrazón prohibicionista que aún dejó sentir su huella impidiendo la celebración de las manifestaciones en Tel Aviv o Buenos Aires.

"NI CACHEOS, NI SANCIONES. AUTOCULTIVO YA"

Desde la distancia, aquellas personas que ocupaban la calle no diferían demasiado de los que hace unos días reclamaban el fin de la guerra de Irak, o la paralización del trasvase del Ebro. Los curiosos se acercaban para informarse sobre las exigencias de los congregados y no necesitaban llegar a leer las pancartas porque su olfato les contaba todo mucho antes. La mayoría se unía y así iba creciendo el número de seguidores que desfilaba.

Por un día, los consumidores pudieron expresar libremente su idilio con el cáñamo y pasear tranquilamente por el centro de la ciudad. A las siete de la tarde gran parte de los manifestantes aún estaban en la Puerta del Sol mientras la cabecera ya avanzaba por la calle Mayor. Una tarde preciosa para disfrutar sin prisas, sin horarios ni restricciones.

El permiso de la delegación del Gobierno había establecido un recorrido que debía concluir hacia las ocho y media de la tarde, pero no se contó con una concurrencia que llegó dispuesta a disfrutar de cada paso, de cada calada, con ánimo de revancha después de tanto tiempo de criminalización. "Calcula, - decía un señor de barba blanca que sostenía una pancarta,- un millón de porros por trescientos o cuatrocientos euros de multa cada uno. Buen negocio, ¿no?". La policía observaba desde la distancia, permisiva por un día, mientras la gente bailaba desinhibida alrededor de los percusionistas sin ganas de terminar la jornada.

La manifestación se detuvo otra vez y por allí se veía correr, de arriba para abajo a los de la organización. Se iba acumulando retraso pero los asistentes no parecían demasiado preocupados. Se escucha a la gente contarse sus historias, las incidencias en la plantación, las técnicas preferidas por cada cual y el fantástico sabor de la última cosecha. El ambiente estaba dulcemente cargado por un humo espeso que a ratos parecía que se pudiera cortar. También hubo protagonistas que no aparecieron, es el caso de José Luis Corcuera cuya ley deberíamos ver pronto caer.

Se habla de ocho millones de españoles consumidores habituales de marihuana, gente que no se esconde para fumar un porro y que son aceptados. No son criminales, cumplen laboralmente y están integrados en la sociedad, tienen familias y han demostrado con su experiencia que el consumo no es perjudicial, no más, al menos, que otras drogas legalizadas como el alcohol y el tabaco.

FIN DE LA MARCHA, FIN DE LA PROSCRIPCIÓN

Sobre el Viaducto, a pocos metros ya del destino final, la Marcha llegó cuando el sol se acostaba sobre las encinas de la Casa de Campo. Al fondo se veía sobresalir la inmensa cúpula de San Francisco, algunos de los asistentes apuraban los últimos canutos y otros descansaban sentados en los bordillos. Las pancartas y las banderas habían perdido toda la compostura porque los portadores se habían relajado.

El trabajo ya estaba hecho, la cultura del cannabis sigue proscrita en el siglo XXI, y los presentes han demostrado la irracionalidad de semejante situación. Con su presencia, con su persistencia y con su ejemplo cívico, la comunidad cannábica y la realidad social han desnudado la ineficiencia de una legislación obsoleta desde el momento mismo de su concepción. Los medios de comunicación prestaron una atención excepcional a la convocatoria. Los días previos fue apareciendo información en periódicos y televisiones que colmaban de satisfacción a los organizadores. En los locales de la AMEC los teléfonos no dejaban de sonar.

Ayer entrevistas para Telemadrid y para Telecinco, hoy noticia en el telediario de Antena 3. El País, El Mundo, El Periódico, prensa regional, digital... Para la mayoría de esos medios, las miles de personas que se reunieron en Madrid pidiendo la legalización del cannabis constituyen un éxito de la militancia antiprohibicionista.

A pesar de los esfuerzos de los asistentes, no se alcanzó a fumar el millón de porros requerido. Tampoco era esa la cuestión esencial, la Marcha del Millón de Porros no era una cita para lograr la inscripción en el libro Guinness de los Records. El triunfo estuvo y estará en el ejercicio pacífico y respetuoso de la libertad. ¡Que viva maría!

lunes, 18 de enero de 2016

Leyenda de los Cementerios




Se cuentan tantas leyendas en torno a los cementerios, por la naturaleza de estos, un lugar donde descansan todos los muertos, o donde se pretende que lo hagan, pues a lo que se dice, muchos de ellos no están tan en paz como quisiéramos. Suele haber personas que no creen en los espíritus, ni en una vida más allá de la muerte, por eso no temen visitar estos sitios en horas no adecuadas. Bromeando entre las tumbas, le roban la paz, a quien se supone deberían dejar descansar porque ese es el lugar específico para ello.

Ignorando todo lo anterior y con una falta de respeto considerable, no sobra el grupo de amigos que se meta al cementerio a jugar, entre broma y broma, intentando asustarse unos a otros uno de ellos vio a lo lejos una figura blanca, un poco más baja que las lapidas de las tumbas, parecía más bien una especie de humo, que una persona, cuando intentaba mostrársela a sus amigos, esta ya no estaba, un poco extrañado, la vio más de una vez, perdiéndose tras los nichos, como no lograba que alguien le creyera, decidió retirarse del lugar.

Tomando camino hacia la salida y yendo de prisa, a lo lejos en paralelo a él, la figura se movía a su misma velocidad, el muchacho apresuraba el paso, hasta que terminó por correr, entonces el humo que se veía a la distancia empezó a atravesar cualquier construcción a su paso, volando hacia él.




Por más que el joven corría, la salida no se presentaba ante él, se perdió entonces en un instante, volteando alrededor no vio mas aquella manifestación blancuzca, y sintió un poco de alivio, cuando se disponía a tomar camino de nuevo, frente a él, a unos cuantos pasos, apareció una niña, de cabellos claros, con vestido blanco, que con las manos sobre los ojos, lloraba diciendo quien sabe qué cosa.

El muchacho pensando que era muy tarde para que esa niña estuviera ahí, se acercó a ella, pero en su tránsito pudo notar que la chica no tenia pies, no estaba parada en el suelo, si no suspendida en el aire, entonces el joven retrocedió, lentamente, la niña quito las manos de sus ojos, parecía que una luz segadora le saliera por la cuencas vacías, entonces tras el susto, el muchacho se dio la vuelta para correr con todas sus fuerzas, pero la niña se lo impidió apareciendo de nuevo justo frente a él, lanzando un grito de enojo que le hizo desmayar.

Cuando sus amigos lo despertaron, nadie le pudo creer lo sucedido, pero él sabe que fue real, porque conservo en sus muñecas, las marcas de las manos de la niña que lo sujetó con fuerza al tenerla enfrente.

Cuenta la leyenda que no hay cementerio sin apariciones, aunque no todos tengan la “Suerte” de toparse con ellas.

Impostores célebres en la historia



Lejos de la actuación profesional diversas personas han adoptado identidades que no les pertenecen, incluso con títulos falsos y extrañas historias para respaldarse. Sus motivaciones no siempre han sido económicas: se han apropiado de existencias ajenas que les dan ‘color’ a sus vidas.

La identidad personal es un área que ha intrigado a filósofos, psicólogos y literatos de todas las épocas. El filósofo judío Martin Buber (1878-1965) sostuvo que “en este mundo cada persona representa algo nuevo, algo que no ha existido todavía, algo único y original“, por lo que “es deber de cada uno saber que nunca ha existido en el mundo nadie semejante a él, porque si hubiera existido alguien semejante a él, ya no sería necesaria su existencia“. Esa identidad, ese sentido del ‘yo‘, es lo más íntimo de cada persona; se construye mediante un proceso social y depende del papel que el sujeto decida desempeñar en su medio.

Pero, ¿qué pasa cuando alguien renuncia a su identidad para adquirir otra? Es un fenómeno más amplio de lo que parece y abarca expresiones tan diversas como la reasignación de género o la aculturación. También puede tratarse de una caprichosa reinvención personal -el sujeto dice ser quien no es porque prefiere ser otro-, o de un delito, cuando una persona suplanta a otra por intereses materiales. Las historias de suplantación y robo de identidad han sucedido a lo largo de los siglos y las sociedades. Aveces cabe considerarlas meros crímenes; otras, la expresión de una profunda necesidad psicológica. El inventario de casos que se presenta a continuación ejemplifica esta diversidad de propósitos y evidencia uno de los ejes conceptuales de la posmodernidad: la identidad es un proceso móvil y activo, la persona puede adquirir un nuevo significado ante sí misma y ante los demás, para concluir, empleando el título de un libro del autor italiano Luigi Pirandello (1867-1936), que todos somos “uno, ninguno y cien mil“.

El maestro de la impostura: el legendario Ferdinand Waldo Demara.


Ferdinand Waldo Demara

El impostor más famoso ha sido Ferdinand Waldo Demara (1921-1982). Inicialmente intentó ingresar a las órdenes monásticas; tras fracasar, en 1941 se incorporó al Ejército de Estados Unidos bajo el nombre de Anthony Ignolia. Luego de buscar de nuevo entrar en un monasterio, se alistó en la Armada. No alcanzó el rango que deseaba, fingió suicidarse y con el nombre de Robert Linton French ejerció la psicología como terapeuta y docente. Al ser descubierto por el Ejército y la Armada, fue llevado a prisión. Cuando recuperó la libertad simuló ser ingeniero civil, abogado, experto en cuidado infantil, investigador especializado en cáncer, editor y hasta monje benedictino.

Su mayor hazaña ocurrió durante la guerra de Corea (1950-1953) cuando tomó la identidad de Joseph Cyr, especialista en traumatismos, y atendió a los heridos en el barco Cayuga, de la Armada canadiense; operó con éxito a diecinueve soldados basándose en un manual de cirugía. Al descubrirse su fraude, no fue acusado porque ningún paciente había muerto. Demera vendió su historia a la revista Life y se dedicó a empleos menores. Con credenciales falsas trabajó como guardián de la prisión de Huntsville, Texas, pero al darse a conocer públicamente quién era, fue despedido.

En los años sesenta se desempeñó como consejero en una misión de Los Ángeles y se dedicó al estudio de la Biblia en el colegio Multnomath de Portland, Oregon. Murió en 1982 por complicaciones de la diabetes. Su vida fue objeto de la novela El gran impostor, de 1960, escrita por Robert Crichton, adaptada al cine en 1961, y estelarizada por el actor Tony Curtis.

Regreso de ultratumba: El timador Arthur Orton.

En 1854 el inglés Roger Charles Doughty Tichborne, heredero de su rica familia, se embarcó con destino a América. La nave se perdió en el océano y nunca se volvió a tener noticias de sus pasajeros. Lady Tichborne, madre de Roger, no pudo aceptar que estaba muerto e insertó diversos anuncios en periódicos de América del Sur y Australia, donde creía que podía encontrarse.


Arthur Orton retrato

En 1865 recibió una carta remitida desde Australia supuestamente por su hijo. En realidad la había enviado un tal Arthur Orton, malviviente que fraguó un plan para estafar a la anciana. Lady Tichborne acordó una cita con él en París. Para la entrevista alquilaron la habitación de un hotel. Orton fingió estar enfermo y solicitó que el recinto se mantuviera en penumbra. Como desconocía la vida del heredero Tichborne, durante la conversación incurrió en varios equívocos. Mencionó recuerdos de su abuelo (a quien el verdadero Roger nunca había visto) y refirió que había servido en el ejército como soldado (Roger no lo había hecho).

Aunque estos errores bastaban para desacreditarlo Lady Tichborne los aceptó como verdades. Pensó que “Roger” se hallaba confundido y le asignó una pensión vitalicia de mil libras anuales. Otros miembros de la familia no aceptaron la mentira y descubrieron la identidad del impostor. Lady Tichborne murió en 1868 y Orton fue llevado a juicio en 1873. Se le declaró culpable de perjurio y fue sentenciado a trabajos forzados. Murió sumido en la pobreza, pero exigió que su ataúd llevara una placa metálica con el nombre de Roger Tichborne.

Amor en duda: el regreso de Martin Guerre.

En 1539, en el pueblo de Artigat, Gascoña, Francia, se casaron Martin Guerre, un campesino de apenas catorce años, y Bertrande de Rols, de edad semejante e hija de una familia acomodada. El matrimonio tuvo un hijo y llevó una vida normal hasta 1548, cuando Martin fue acusado de robar a su padre, y desapareció de la aldea.

En el verano de 1556 llegó al pueblo un hombre que dijo ser Martin Guerre. Era idéntico y tenía las mismas señas particulares. Bertrande lo identificó y le dio la bienvenida. Vivieron juntos tres años y tuvieron dos hijos. Martin reclamó la herencia de su padre, que había cobrado su tío, Pierre Guerre, casado con la madre viuda de Bertrande. Pero ambos sospecharon que “Martin” era un impostor. Los intentos iniciales por enjuiciarlo fracasaron debido al respaldo de Bertrande, sin embargo Guerre aseguró que el hombre era Arnauld du Tilh, maleante de una población cercana. En esta segunda ocasión logró que Bertrande se sumara a la acusación.


Imagen de la película Martin Guerre

El juicio se ventiló en Rieux. Tanto el acusado como su mujer refirieron idénticos detalles sobre su vida en común antes de la desaparición. Se presentaron más de ciento cincuenta testigos. Unos aseguraron que era Martin; otros, que era Anauld du Tihl, y algunos más se negaron a tomar partido. El hombre fue condenado a muerte, aunque inició una apelación en Toulouse. Entonces apareció el verdadero Martin Guerre. Arnauld du Thil confesó su engaño: lo había suplantado por intereses económicos. Fue ejecutado en la horca en 1560. El verdadero Martin nunca perdonó a su esposa por no haber desenmascarado al impostor.

Inventor de una cultura: el fraude de George Psalmanazar.



George Psalmanazar

A comienzos del siglo XVIII un personaje cuyo nombre aún se ignora viajó por Europa con una identidad falsa, haciéndose pasar por japonés convertido al cristianismo. Su facilidad para los idiomas y curiosidad por el Oriente le permitió acercarse a distintos círculos. En 1702 se hallaba en los Países Bajos y William Innes, capellán del Ejército Británico, descubrió su engaño. Aceptó guardar el secreto si Psalmanazar (como se hacía llamar) viajaba a Inglaterra, se hacía pasar como nativo de Formosa y narraba que gracias a Innes se había convertido al cristianismo.

En aquel tiempo Formosa (parte del actual Taiwán) era poco conocido y el impostor pudo contar las historias más fantásticas sobre ese lugar, incluso inventó el idioma “formosano” y los miembros de la Iglesia Anglicana lo contrataron para que lo enseñara a los misioneros y tradujera la Biblia a esa lengua. Gracias a su prestigio como erudito, se le asignó una cátedra en la Universidad de Oxford. En 1704 publicó Una descripción histórica y geográfica de Formosa, que gozó de una amplia difusión. Este volumen abundaba en detalles exóticos; decía, por ejemplo, que en la fiesta de Año Nuevo los nativos de Formosa sacrificaban a dieciocho mil niños para complacer a sus dioses y luego se los comían.

Las inconsistencias de sus relatos y los testimonios de algunos viajeros que habían estado en Formosa hicieron que en 1706 su engaño quedara al descubierto. Tras renegar de sus mentiras, permaneció en Inglaterra y escribió un libro de memorias. Falleció en 1764.

Fantasías orientales: la princesa Caraboo.


Princesa Caraboo

En 1817 un clérigo de Almondsbury, al sur de Inglaterra, recibió una visita a medianoche. Se trataba de una chica andrajosa que no hablaba inglés. La condujo al despacho de Samuel Worrall, el magistrado local. Éste y su esposa intentaron comunicarse con ella a través de señas. La joven les dijo que se llamaba Caraboo y era una princesa del Lejano Oriente. Según su relato, había sido secuestrada por los piratas y vendida al capitán de un barco. Había logrado escapar y mendigaba para sobrevivir. La ‘princesa’ comía sólo vegetales, dormía en el suelo, llevaba un tocado de plumas en el cabello y tocaba el pandero. Nadie reconocía su idioma.

Una amiga de la señora Worrall le comentó que Caraboo se parecía a una antigua inquilina suya, llamada Mary Baker. Cuando ambas se entrevistaron la ‘princesa‘ tuvo que reconocer la verdad. Originaria de Devon, Inglaterra, había huido de su hogar y sumado a un grupo de gitanos que le enseñaron actuación y a vestirse de modo pintoresco. Estuvo casada con un hombre del que aprendió un poco de árabe y malayo. Cuando éste la dejó, se dio a la vagancia y construyó su falsa identidad. Conmovidos por la historia, los Worrall la ayudaron a cumplir su sueño de viajar a Estados Unidos. El barco hizo escala en Santa Elena, donde se hallaba cautivo Napoleón Bonaparte. Mary asumió la identidad de Caraboo, remó hasta la costa y visitó al general francés. Pasó una temporada con él y luego regresó a Inglaterra para dedicarse a la venta de sanguijuelas.

¿Sangre azul?: el delirio de Anna Anderson.



Anna Anderson

La hija menor del zar Nicolás II y la zarina Anastasia de Rusia, a inicios del siglo XX, fue la gran duquesa Anastasia, nacida en 1901. Durante el mandato de su padre estalló la Revolución Rusa y la familia fue detenida por los bolcheviques, quienes decidieron ejecutarlos la noche del 17 de julio de 1918 en el sótano de la casa donde se hallaban arrestados. Los soldados recibieron la orden de fusilarlos, deshacer sus cadáveres con ácido sulfúrico y ocultarlos en el bosque. Sin embargo corrió el rumor de que Anastasiahabía quedado malherida y la había rescatado un soldado de apellido Tchaikovski.

En 1920 una mujer llamada Anna Tchaikovsky Anderson intentó suicidarse arrojándose a las aguas del río Spree, en Berlín. Fue internada en una clínica, donde afirmó ser Anastasia, la hija de los zares. La historia fascinó a la Europa de aquel tiempo. A su favor estaba el inquietante parecido con la princesa y sus detallados recuerdos de la familia imperial. Incluso la abuela paterna de la duquesa la reconoció como su nieta. Pero el convencimiento no fue general. Anna Anderson murió en 1983. A finales de esa década, la caída del comunismo en la Unión Soviética permitió el acceso a los restos de la familia real, y los especialistas comprobaron, mediante análisis de ADN, que correspondían a los cadáveres de sus siete miembros, entre ellos Anastasia. Las investigaciones posteriores hallaron que Anderson era la polaca Franziska Schanzkowska, quien estuvo casada con el soldado Tchaikovski, presente en la muerte de los Romanov. Enferma de amnesia, asumió como propia la identidad de Anastasia.

Las muchas vidas de un hombre: el mentiroso Stanley Clifford.

En las décadas de 1930 y 1940 Stanley Clifford Weyman se hizo pasar por cónsul de Estados Unidos en Marruecos, embajador de Perú en Estados Unidos, cónsul general de Rumania en Nueva York, agregado militar de Serbia en Washington y especialista en protocolos del Departamento de Estado. Para ello asumió la identidad falsa de Stephen Weinberg. En 1941 fue encarcelado, estuvo preso siete años y, al salir, fingió ser un experimentado periodista. Obtuvo el empleo de reportero, acreditado ante la Organización de las Naciones Unidas. A diario transmitía noticias para una radiodifusora y entrevistó a varios diplomáticos y políticos de renombre.


Stanley Clifford

Cuando conoció a los miembros de la delegación de Tailandia ante la ONU, les contó que había trabajado en la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos. Los diplomáticos le ofrecieron el puesto de agregado de prensa. Clifford quiso jugar limpio y en 1951 dirigió una carta al Departamento de Estado para preguntar si podía aceptar el empleo. El Departamento revisó sus antecedentes y descubrió las suplantaciones que había llevado a cabo. Notificó sus hallazgos al gobierno de Tailandia, el cual retiró de inmediato su oferta.

Tras ser despedido de la estación de radio consiguió trabajo como portero en un hotel de Nueva York y falleció en agosto de 1960, al tratar de impedir un asalto. Una frase suya resume su personalidad: “La vida de un hombre es bastante aburrida. Yo viví muchas vidas y por eso nunca me aburrí“.

El sustituto: la tragedia de Christine Collins.



Arthur Hutchins

El 10 de marzo de 1928 el niño Walter Collins desapareció de su domicilio en Los Ángeles, California. Su madre, Christine Collins, se había ausentado para cubrir horas extras en su empleo. Cuando regresó, lo buscó en el barrio y luego acudió al Departamento de Policía. Éste, al estar muy desprestigiado por su corrupción, consideró que el caso podría afectar su imagen, y a los pocos días informó a la madre que el pequeño había aparecido. Pero Christine se sintió desconcertada al encontrarse con el niño: no era su hijo.

Entonces regresó a la policía para reportar que el niño era un impostor. Las autoridades hicieron caso omiso y cuando ella insistió sobornaron a un psiquiatra para que le diagnosticara una enfermedad mental. Fue internada en el pabellón psiquiátrico del Hospital General del Condado de Los Ángeles y allí permaneció diez días. Salió de la institución al descubrirse que todo era un ardid de la policía. El impostor Arthur Hutchins hizo una breve declaración escrita: “No soy Walter Collins. Lo dije porque quería estar en las películas de Hollywood“.

El destino del verdadero Walter nunca se supo. Aunque se le cuenta entre las víctimas de los ‘Crímenes de Wineville‘ (los homicidios cometidos en Los Ángeles entre 1928 y 1930 por el psicópata Gordon Stewart Northcott), éste nunca aceptó haberlo matado y sus restos no estaban en la granja donde fueron hallados los despojos de las víctimas.

Atrápame si puedes: El elusivo Frank Abagnale.


Frank Abagnale

La historia de uno de los impostores más hábiles del siglo XX fue difundida con la película Atrápame si puedes dirigida por Steven Spielberg. Muy jovenAbagnale cometió fraudes menores, pero al alcanzar la mayoría de edad sus delitos fueron más atrevidos; consistieron en la falsificación de cheques y estafas a bancos mediante la invención de identidades, con las que obtuvo más de cuarenta millones de dólares en ganancias.

Además, se hizo pasar como piloto aéreo, viajó gratis en más de 250 ocasiones y cargó a las aerolíneas sus gastos de alimentación y estancia en hoteles. Falsificó un certificado de estudios de la Universidad Columbia e impartió clases de Sociología en la Universidad Brigham Young. Con el nombre de Frank Conners fingió ser pediatra y trabajó en un hospital de Georgia. Su siguiente paso fue falsificar un título de abogado de la Universidad Harvard. Tras presentar y aprobar satisfactoriamente el examen de la barra de abogados de Louisiana, se incorporó a la oficina del fiscal general.

En 1969 fue capturado por la policía francesa y más de diez países solicitaron su extradición. Estuvo en cárceles de Francia y Suecia. Se le extraditó a Estados Unidos, pero escapó en el aeropuerto John F. Kennedy e intentó huir a Brasil. Tras ser recapturado y encarcelado, fue liberado bajo la condición de asesorar a la policía en casos de falsificación y fraude. Luego fundó su empresa, una consultoría en temas de seguridad, activa hasta la fecha 

Cadáver heroico: el soldado William Martin.

En 1942 los alemanes sabían que los aliados planeaban ocupar Sicilia, por lo que estos últimos diseñaron un plan para confundirlos. El Servicio de Espionaje de la Marina Británica propuso dejar el cadáver de un supuesto correo militar, portador de ‘documentos secretos’, flotando en las costas de España para que el gobierno franquista lo hallara y pasara la falsa información a sus aliados nazis.


william martin

El primer paso del plan consistió en conseguir un cadáver con las características de un ahogado. Los aliados le inventaron la identidad de William Martin. En su equipaje depositaron una cartilla en que se asentaban sus facultades para realizar “operaciones combinadas”. También llevaba una carta del Segundo Jefe del Alto Estado Mayor Imperial dirigida al general Alexander, comandante del Ejército en África. Le explicaba que el objetivo de la invasión no era Sicilia, sino un punto diferente en el Mediterráneo. Otro de los documentos era una carta de Lord Mountbatten en la cual se insinuaba que los aliados pensaban desembarcar en la isla italiana de Cerdeña.

El submarino Seraph soltó el cadáver. Las autoridades españolas informaron a los diplomáticos de Gran Bretaña, quienes reclamaron sus restos y los sepultaron con todos los honores. Los documentos llegaron en mayo del mismo año y un examen científico reveló que habían sido leídos. La información falsa alcanzó a las autoridades alemanas y Hitler concentró su estrategia en Cerdeña. Los aliados invadieron Sicilia fácilmente porque sólo enfrentaron a las fuerzas italianas y a dos guarniciones alemanas.


Uno de los delitos más comunes que se cometen en Internet es también el principal motivo de quejas entre los consumidores de Estados Unidos. Se le conoce como phishing (palabra derivada de fishing, que significa ‘pesca’) o robo de identidad. El delincuente envía millones de mensajes falsos a nombre de una empresa de confianza, como un banco o una tienda departamental. En ellos solicita a los destinatarios información especial como el número de sus tarjetas de crédito, contraseñas o datos sobre sus cuentas, incluso puede crear páginas ‘piratas’ de esas instituciones para que el usuario sospeche menos. Cuando el delincuente obtiene la información se vale de ella para hacer compras u ordenar transferencias bancarias, beneficiarse; salir impune. Cualquier reclamación tarda en procesarse.

Los especialistas recomiendan cinco medidas para evitar el robo de identidad virtual, no responder a solicitudes de información personal recibidas por e-mail; para visitar los sitios web, introducir la dirección en la barra del navegador en vez de seguir los enlaces; verificar que los sitios donde se realizan operaciones financieras codifiquen la información; consultar de manera frecuente los movimientos de las cuentas, y recurrir a las autoridades competentes en caso de duda o sospecha.

Para la Secretaría de Gobernación de México, “contar con identificaciones confiables y seguras es la mejor forma de abatir las acciones del crimen organizado, que se vale de la suplantación al cometer sus delitos“.

En el mundo de hoy la mayoría de los países emiten un documento de este tipo y lo exigen en la realización de trámites oficiales. En realidad es una medida relativamente nueva, sus primeros antecedentes datan de finales del siglo XIX y su formalización ocurrió hacia 1950. El modelo más desarrollado de las identificaciones son las tarjetas electrónicas, que además de la información convencional incluyen un microchip con datos más específicos. Actualmente se usan en Bélgica, Italia y Rumania. La nueva generación de ellas serán las tarjetas biométricas basadas en la digitalización del iris, las huellas digitales, las medidas de la mano y de la estructura ósea del rostro.

Los críticos de las identificaciones de este tipo aseguran que son una invasión a la privacidad de las personas y otorgan un excesivo poder al Estado sobre los ciudadanos. También destacan su elevado costo para el bolsillo de los contribuyentes, y advierten el peligro de que las bases de datos generadas con ellas puedan caer en manos de usuarios no autorizados, como recién ha sucedido en México con el censo de población y placas de vehículos automotores, entre otros.