jueves, 5 de noviembre de 2015

Animales que “huelen” la muerte y los espíritus



A mediados de 2007, una historia por las menos curiosa fue publicada en el “New England Journal of Medicine”, el texto refería el caso de un gato que “predecía” la muerte de los pacientes en un asilo varias horas antes de que estas personas dejarán de existir.


Según la publicación, Oscar (el nombre del minino), hizo por los menos 25 previsiones que resultaron correctas, cuando los pacientes murieron algunas horas después de que el gato se posara en sus regazos. Después de que los empleados del asilo se dieron cuenta de la capacidad de Oscar, comenzaron a llamar a las familias siempre que el gato asumía un lugar cercano al paciente. La mayoría de las familias toleraba e incluso agradecía su presencia, aunque Oscar se estresaba cuando era obligado a salir de la habitación del paciente en agonía, quedándose a maullar tras la puerta.

La historia del gato Oscar fue muy popular en los medios e hizo creer a muchos que los animales podían hacer esto como una rutina; además de perros que detectan narcóticos, ahora tendríamos perros que huelen el cáncer, diabetes, problemas vasculares, gatos salvado a sus dueños, entre otras cosas. Según los parapsicólogos, esta era, finalmente, la medicina descubriendo el sexto sentido animal.


La ciencia y el gato Oscar.

Todo mundo comenzó a preguntarse cómo Oscar podía hacer esto con los ancianos en el asilo. Especialistas en animales formularon varias hipótesis, pero la mayoría de los científicos concordaron en que esto probablemente se debía al olor específico que producen los pacientes terminales. En otras palabras, las personas que están próximas a morir despiden olores de determinados productos químicos que no son detectados por los seres humanos, pero que podían afectar el olfato de Oscar. Un especialista en felinos dijo que los gatos pueden sentir enfermedades en sus amigos humanos y animales.



Respecto a por qué se quedaba cerca de los pacientes, quizá Oscar podría estar imitando el comportamiento del equipo que pasa más tiempo con los pacientes que están muriendo. Un especialista en animales sugirió que tal vez Oscar simplemente disfrutaba de la comodidad de las mantas eléctricas colocadas en pacientes que están muriendo.


Otros casos notables.

Las historias de animales con habilidades notables no son tan raras como parece. Desde hace mucho tiempo existen historias de perros que detectan varios tipos de cáncer con su olfato. Un estudio comprobó que los perros podían percibir evidencias de cáncer de vejiga al olfatearlo en la orina. Hace algunos años, la “British Medical Journal” publicó los resultados de un estudio sobre la posibilidad de que los perros detectaran la presencia de cáncer de vejiga. Un grupo de canes detectó correctamente el cáncer en 22 de los 54 casos, lo que significa un 41% de efectividad, cuando la probabilidad de un diagnostico al azar sería de apenas 14%.




Algunas personas que sufren de epilepsia grave usan perros entrenados espacialmente por instituciones de caridad. Estos perros avisan a sus dueños cuando una convulsión es inminente, lamiéndoles o haciendo alguna otra señal.

Pese a que estamos acostumbrados a escuchar hablar de perros que aprenden a ayudar a los ciegos o buscar a personas heridas, el caso de Oscar es más curioso. Los gatos, a diferencia de los perros, no son relacionados con el comportamiento altruista o empático. Los científicos creen que los perros pueden sentir enfermedades en los otros debido a su origen evolutivo como los lobos, que requerían ser capaces de detectar cuando algún animal de la manada estaba herido o enfermo.

Según los veterinarios, no estamos hablando de ningún sexto sentido o característica paranormal, sino de una rama científica que ha venido ganándose un lugar en los últimos años: la etología, especializada en el comportamiento animal. Según los etólogos, los animales que olfatean enfermedades y muerte tienen una capacidad sensorial extremadamente desarrollada, como el olfato, la visión, audición, etc.

Tomemos el caso de los murciélagos, vinculados a las fuerzas del mal por volar en la oscuridad: su visión es muy inferior a la del ser humano, pero están dotados con un sistema que les permite captar ondas ultrasónicas – sonidos en frecuencias superiores a las audibles por los humanos – con lo que logran orientarse espacialmente con esta especie de sonar. Los elefantes, por el contrario, son sensibles a las ondas infrasónicas – lo que les permite, por ejemplo, a un elemento extraviado localizar a la manada aunque se encuentre a kilómetros de distancia.

Según los primeros estudios etológicos, el perro, por ejemplo, es muy sensible a los olores cadavéricos, principalmente a los tejidos que están en constante oxidación: son más de dos mil componentes que produce el cuerpo y que pueden ser identificados. Así, algunos perros con los ojos vendados pueden distinguir entre una víctima viva y un cadáver.


El sexto sentido animal.

Según los parapsicólogos, ese es el primer paso para reconocer aquello que el folclore y el sentido común siempre aseguraron: que los animales tienen un sexto sentido, y lo utilizan con el fin de ayudar a los seres humanos en riesgo en este plano terrenal así como para prepararlos para el otro plano, después de la muerte. Puesto de esta forma, la parapsicología no refuta la etología, todo lo contrario, afirma que ese nuevo estudio racionaliza aquello que el ser humano siempre relacionó con las emociones. El amor y la lealtad del animal con su dueño.



Para los parapsicólogos, los animales poseen un extraordinario desarrollo de sus facultades perceptivas, lo que les permite ver aquello que los humanos ni siquiera imaginan. Con una capacidad de premonición excepcional, son capaces de detectar la proximidad de terremotos y saber si una persona está diciendo la verdad o está mintiendo, por ejemplo.

En relación a lo que mencionamos con los terremotos, es interesante señalar dos hechos: en las ruinas de Pompeya, destruida por el Vesubio, los rastros de mascotas son escasos, y esto porqué supuestamente percibieron la alerta en el aire y simplemente abandonaron la ciudad; lo mismo sucedió en 2004 con el tsunami en Asia, donde se dice que una gran cantidad de animales domésticos huyeron mientras que más de 300 mil personas perecieron en aquella catástrofe.

La sensibilidad de los animales, especialmente de perros y gatos, en cuanto a fenómenos paranormales, es impresionante. El parapsicólogo estadounidense Robert Morris empleó animales como “controles” en sus experimentos durante los años 60. En cierta ocasión, se encontraba investigando una casa que supuestamente estaba embrujada, en el lugar había sucedido una tragedia. Utilizó un perro, un gato, un ratón y una serpiente de cascabel (todos animales domesticados): Primeramente, cuando el perro se adentró a menos de un metro en la casa, comenzó a ladrar a su propio dueño y a continuación salió del sitio. De ninguna forma pudo logar que el perro volviera al interior. Después tocó el turno al gato que entró a la casa en los brazos de su dueño. Cuando llegó a una distancia semejante a la del perro, saltó inmediatamente a los hombros de su dueño, enterrando sus uñas; después saltó al suelo y se dirigió con la mirada a una silla vacía, situada en un rincón de la casa, hasta que lo retiraron de allí. La serpiente, al ser colocada al interior de la casa, inmediatamente adoptó una posición de ataque, dirigida contra la misma silla que había dejado el gato. Después de algunos minutos, giro lentamente la cabeza hacia la ventana, para luego desviar la vista y regresar a su posición de ataque, se mantuvo así por cinco minutos hasta que fue retirada. El único animal que no tuvo ninguna reacción fue el ratón. Después de algún tiempo, los cuatro animales fueron puestos a prueba en otro lugar, y se comportaron con normalidad.

Por su puesto que el tema genera mucha discusión, y probablemente nunca se llegue a un acuerdo, pero el debate el valido, siempre y cuando se tomen en cuenta los diversos puntos de vista, los que atienden a asuntos de superstición y aquellos que lo hacen con un enfoque científico.



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