Robert Brown era uno de los más brillantes oradores que había dado el mundo a lo largo del tiempo. Era tan lúcido que no había pregunta ni concepto del que dudara. Quizás no fuese un sabio, pero de lo que no cabía la menor duda ,es que todos los temas los dominaba en mayor o menor medida, y que cuando comenzaba su disertación, toda la concurrencia, todo el público, se quedaba como obnubilado escuchando con atención e interés todo aquello que decía aquél apuesto hombre, que con su sola presencia, con su sensual voz y con el dominio del lenguaje tanto verbal como gestual, conseguía lo que se proponía, que no era otra cosa que hacerse creíble ante las masas, que cualquier gesto fuese imitado, que cualquier palabra fuese dada por verdadera sin esperar a que nadie lo certificara .
Mucho se habló sobre Robert y fueron muchos los que le tentaron para que se dedicara a la política. El nunca quiso entrar en ese mundo en el que la ideología impregnaba la idea. Desterró el tema porque desde unas siglas políticas nunca podía ser ni imparcial, ni auténtico. La única manera que conocía de ser honesto consigo mismo era desde su libertad, lo que le distinguía del resto era que no dependía de nada ni de nadie.
Por ello Robert era muy demandado, se había convertido en una especie de predicador de la palabra, pero no de dios, sino del conocimiento. Aprovechando sus capacidades ilimitadas ganó varios concursos que le reportaron más beneficios económicos y fama de los que ya de por sí tenía.
Un día de Navidad aprovechando estas entrañables fiestas tuvo un gesto de solidaridad para con los niños más desfavorecidos.
En el acto central de la despedida anual de los niños huérfanos de Nueva York el invitado principal era Robert. No cobró nada por su presencia y esta vez aceptó que fueran los niños los que le preguntaran sobre cualquier tema.
El auditorio del colegio estaba absolutamente lleno. Más de 500 personas ocupaban los asientos dejando la parte trasera para los más rezagados, que debían de conformarse con ver el espectáculo en pie.
Con puntualidad inglesa apareció aquél día en el escenario. Como si de una estrella de cine se tratara los focos le iluminaron, las palmas sonaron con fuerza y los flashes de las cámaras dentellearon. Alzó los brazos saludando, agachó la cabeza en un gesto de agradecimiento y lanzó besos por todo el cariño que estaba recibiendo. En cualquier caso siempre hacía lo mismo. Ese simple gesto cautivaba a los espectadores que ya no dejaban de admirarle
Aquél auditorio se convertía en un escenario, en una representación teatral al más puro estilo hollywoodiense con un único protagonista, el gran Robert Brown . Se le notaba cómodo, se sentía seguro, disfrutaba con su nueva obra.
Tras unos minutos de lógica algarabía se hizo el silencio en la sala. Uno de los niños de la primera fila cogió el micrófono, desplegó un pequeño papel que tenía entre las manos y le lanzó la primera pregunta
Buenos días. Me podría decir la raíz cuadrada de 78965231
77455,5146192529. –Dijo sin dudar un instante Robert
Todo el auditorio se quedó sorprendido y admirado, ya que era correcta la respuesta
Otra niña un poco más atrás formuló una segunda pregunta
¿Sabe cuál es la capital de las Islas Salomón?
Honiara, sin duda , pequeña, dijo con un gesto de altanería
Nuevamente el auditorio aplaudió a rabiar al comprobar que efectivamente esa era la capital de esas pequeñas islas de Oceanía
Y así se fueron sucediendo las preguntas, cada vez más difíciles con sus consiguientes respuestas, siempre acertadas. Los niños miraban con incredulidad a ese sabio, salido no se sabe muy bien de dónde pero que cautivaba con su sola presencia, con sus excelsos conocimientos y con su aura casi divina de auténtico líder, de agitador de masas de , en definitiva, un ser carismático.
El director de aquella escuela tomó la palabra agradeciendo de antemano la presencia de Robert en este acto y lo que había significado para ese colegio haber podido disfrutar de su sabiduría. Sin duda se enorgullecía de que alguien tan grande podía haber estado en un sitio, en un colegio tan modesto, tan humilde.
De repente y antes de que diese por concluido el acto una niña levantó la mano, quería hacerle una última pregunta a Robert. El director de la escuela le dijo que por favor no le podían molestar más al invitado, porque se debía de ir a otros compromisos. Sin duda además esa pregunta estaba fuera del guión previsto. Ya le habían formulado todas las posibles
Robert se levantó hizo callarse a los demás niños y aceptó de buen grado esa “sorpresa”
La niña de preciosos ojos azules, con un brillo que resplandecían en toda aquella sala le miró fija y emocionadamente a Robert y con esa voz dulce e infantil le formuló la siguiente pregunta
Sr Brown, gracias por dejarme hacerle una pregunta por que ud lo sabe todo
No, que va contestó Robert…pero gracias por el piropo
Bueno pues le voy a hacer una pregunta que imagino que no le habrán hecho nunca pero que yo me atrevo a preguntar por qué como sabrá en este colegio somos niños huérfanos…y….
Supongo que querrás que dé una explicación al por qué hay gente desgraciada y otros sin merecerlo que tiene la fortuna en la vida que tengo yo, pues…
No, no yo no iba a preguntarle eso sólo quiero saber que me diga ¿DÓNDE ESTÁN MIS PADRES?
De repente en el aula se hizo un silencio casi absoluto, sólo interrumpido con algún disimulado llanto. La emoción a todos les embargaba, incluido a Robert , que por un momento dudó , divagó , pero enseguida quiso contestar a esa “pobre niña”
Las visiones de los cristianos de la vida después de la muerte generalmente involucran el Cielo (también llamado Paraíso) y el Infierno y un lugar intermedio llamado Purgatorio. A excepción de este último (cuyos habitantes entrarán finalmente al Cielo, después de una "purificación"), la permanencia en estas regiones es usualmente asumida como eterna. Estoy convencido que tus padres estarán en el cielo por que sin duda debieron ser muy buenos
Nunca se le había oído a Robert generalizar tanto con una respuesta. Contestó pero no se involucró, tampoco se explayó lo suficiente. Calló esperando que esa niña le ayudara con su respuesta.
La niña volvió a levantarse y le negó con la cabeza. No estaba de acuerdo por primera vez con ese genio del conocimiento. Tampoco esa sala silenciosa de niños huérfanos. La preciosa niña le respondió con tal claridad que ninguna duda podría generar
No sé dónde está el cielo, ni tampoco el infierno, porque nunca lo he visto. Lo único que sé es que mis padres están conmigo. Nunca me han abandonado y siempre me han ayudado. Hablo todas las noches con ellos y me dicen lo que está bien y lo que está mal. Me riñen cuando comento fallos y me valoran cuando lo hago bien. Me dan fuerzas todos los días y aunque no me aprieten siento sus abrazos y aunque no los vea sé que están. Cada mañana doy gracias al mundo por permitirme disfrutar de la vida, de mis amigos, de mis compañeros, de mi gran familia, de este colegio que es mi casa y sobretodo doy las gracias a dios por tener unos padres siempre a mi lado aunque no los vea…Soy feliz y no me falta nada…
Robert se quedó mudo. Su seguridad se convirtió en fragilidad, su facilidad de palabra dejó de existir. Con lágrimas en los ojos concluyó
Mi querida niña, la pregunta más fácil ha sido la más complicada para mí y no he sabido contestarla. Efectivamente llevas razón tus padres están contigo, pero desgraciadamente los míos viven, pero yo no lo sé.
Los padres de Robert Brown vivían en una residencia con todas las comodidades, pero su hijo sólo podía visitarles 1 vez al año. Tenía mucho trabajo.
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