domingo, 20 de septiembre de 2015

LA LEYENDA DE LA VIRGEN DE LA ALMUDENA Y DEL CID CAMPEADOR



Cuando en el año 712 los norte-africanos Muza y Tarik al mando de las tropas árabes derrotaron al rey godo Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete, la actual Madrid era apenas un insignificante villorrio.

Tras la conquista de Toledo y la rápida expansión musulmana por casi toda España, los árabes instalaron un alcázar ('alqáṣr') o fortaleza defensiva para controlar el paso a esa gran ciudad, donde en la actualidad se asienta el Palacio de Oriente, y alrededor del cual crecería la pequeña villa. Hasta aquí la Historia.

Cuenta la leyenda que, ante la inminente llegada de los invasores, un herrero, vecino de aquel Magerit medieval, escondió la imagen de la Virgen María -que habría sido traída por un discípulo del Apóstol Santiago en el año 38 de nuestra Era- para que no cayera en manos de aquellos feroces infieles.

Transcurren tres siglos hasta la reconquista de Madrid por las tropas castellano-leonesas del rey Alfonso VI el Bravo el año 1085. En ese tiempo los cristianos madrileños sabían de la existencia de la imagen de la Virgen María por sus antepasados, pero se ignoraba el lugar exacto donde permanecía oculta.

El 9 noviembre de 1085, después de nueve días de constantes plegarias se organizo una solemne procesión, después de la misa celebrada en el templo de Santa María, que recorrió todos los lugares donde se creyó que pudiera esconderse la imagen de la Señora.

Cuentan las crónicas que presidian esta procesión, además de Alfonso VI de León y Castilla, el rey Sancho Ramírez I de Aragón y V de Pamplona, el infante don Fernando y Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, al que también se la atribuye una leyenda diferente con esa imagen.

Al llegar la comitiva a la actual Cuesta de la Vega y al pasar por delante de un trozo de la muralla árabe que por allí se levantaba, un cubo de la muralla se resquebrajó dejando al descubierto la imagen buscada y, según la leyenda, dos cirios que la habían alumbrado durante los 373 años que había permanecido escondida.

La imagen de la Virgen fue trasladada hasta la parroquia de Santa María, que fue demolida en 1868 para ampliar la calle Bailén. Desde entonces se llamó Virgen de la Almudena, por haber estado oculta en un almudín (al-mudy) o depósito del trigo.

Cuando en 1707 se derribó el llamado cubo de la Virgen, se acordó colocar una imagen de piedra en su lugar, de recuerdo. Todavía hoy, a cualquier hora del día y de la noche, se venera cariñosamente por los madrileños esta imagen en piedra de Nuestra Señora de la Almudena situada en los muros de la Catedral de la Almudena.

La leyenda del Cid Campeador y la Virgen de la Almudena

Hay una leyenda que cuenta como una mañana cuando Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, había salido de Toledo en dirección a Madrid, en compañía de algunos caballeros, se encontró por el camino con un leproso que se había caído en una zanja y pedía ayuda.

Cuando el Cid sacó al leproso de la zanja, observó como éste se convertía en una figura femenina, que resultó ser la Virgen de la Almudena.

Esta singular aparición comunicó a Rodrigo Díaz de Vivar que tomaría Madrid y que incluso ganaría batallas después de muerto. La Virgen de la Almudena le indicó asimismo por dónde debía entrar en Madrid antes de desaparecer milagrosamente.

El Cid, al regresar junto a los caballeros comprobó como éstos se desperezaban de un profundo sueño en el que misteriosamente habían caído ajenos a la aparición de Nuestra Señora de la Almudena.

Esa misma noche, de vuelta en Toledo, Rodrigo Díaz de Vivar salió otra vez camino de Madrid acompañado de sus caballeros. Se apostaron en el lugar indicado por la milagrosa aparición de la mañana, frente a la muralla.

De pronto, observaron con asombro como uno de los cubos se derrumbaba inexplicablemente. El Cid Campeador y sus mesnadas castellanas entraron en la ciudad tomándola por sorpresa.

En ese cubo roto apareció igual de milagrosamente la imagen de la Virgen de la Almudena, que había sido escondida a principios del siglo VIII por un vecino de Madrid temeroso de la llegada de las tropas árabes

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