viernes, 19 de enero de 2018

San Canuto y la cultura del porro en España

solana hebe porro

El año de la creación de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y del referéndum de ratificación de la OTAN, la Real Academia de la lengua Española (RAE) incluía la voz porro en su edición escolar: “Cigarrillo de hachís o marihuana mezclado con tabaco”. Se dejaba en el tintero cuatro matices de El diccionario de argot de Víctor León: “…mezclado con tabaco generalmente rubio.// darle o pegarle al porro fr. Ser fumador asiduo de porros.// matar el porro fr. Terminarlo.// porro trompetero. Porro en forma cónica” (1).

El objetivo de la RAE no era pervertir a menores sino que estos fueran capaces de reconocer el significado de una palabra que podían escuchar en la calle con total normalidad, que la academia determina por el estudio de su presencia en literatura y medios de comunicación, por el cálculo de personas que la emplean y por el análisis de si tiende a perdurar en el tiempo o a ser temporal, fruto de alguna moda.

Algunos diputados se liaban porros en el Congreso sin mirar a los lados


Portada de 1978.

El consumo de hachís, muy arraigado en el ejército franquista, era frecuente entre legionarios antes de que se popularizara el cigarrillo de la risa en ámbitos universitarios a finales de la década de los sesenta tanto como entre “grifotas, rockers y jipis” (2). Tanto se asentó el hábito en una década que, recién estrenada la transición, “en los tresillos isabelinos del Congreso, algunos diputados se liaban porros sin mirar a los lados”, según relato de Manuel Vicent (3). 


El canuto servía a la prensa como metáfora política con tintes democráticos: “(…) tuvo que encerrarse el abulense [Adolfo Suárez] con el sevillano [Felipe González], en una conjunción de astros arabigoandaluza, a fumarse un porro constitucional a medias” (Interviú num. 97, 23-29 marzo 1978), sin las connotaciones negativas con las que se asociaría posteriormente.


“Felipe González fuma marihuana“, titulaba Diario Libre en primera página en marzo de 1978. Ya como presidente del Gobierno, Diario 16 publicaba declaraciones de Felipe González en las que aseguraba que “fumar marihuana es bastante sano”, señalaba que Alfonso Guerra también se confesaba fumador (vicepresidente del Gobierno desde diciembre de 1982 hasta su dimisión en 1991 por un caso relacionado con la corrupción) y apuntaba que Javier Solana calificaba de positiva su experiencia con los petas. Fue ministro socialista al frente de Cultura (1982–1988), de Educación y Ciencia (1988–1992), de Asuntos Exteriores (1992–1995) y portavoz del Gobierno (1985-1988).

  

Eran tiempos en que los socialistas aseguraban que iban a sacar a España de la OTAN y a legalizar los derivados del cannabis.

!El que no esté colocado, que se coloque… y al loro¡



ABC, jueves, 1 de marzo de 1979, pag. 14.

La jesuítica Universidad de Deusto destacó por organizar el 19 de enero la fiesta de San Canuto, “de imperecedero recuerdo”, según lo rememoran (4), “aunque la precisión de los contornos de la ´movida` que se montó aquél día se va borrando en las mentes de algunos que nos vamos haciendo más mayores”. El rectorado cerró la Universidad en 1979 por considerar irreverente la fiesta. Una docena de partidos vascos, aparte de la retirada de las sanciones, solicitaron la “democratización del centro” y que se recapacitase “sobre sus posturas no dialogantes” (5).

Francisco Fernández Ordóñez, siendo ministro de Justicia del Gobierno de la Unión del Centro Democrático (UCD), se explicaba con naturalidad en una entrevista al diario ABC : “Yo he estado estudiando en Estados Unidos y cuando aquí nadie lo conocía yo ya había fumado porros (…) Lo he fumado en una universidad norteamericana, en Harvard, cuando allí lo fumaba todo el mundo” (21 de enero de 1981).



Todavía hay quien recuerda las arengas de Enrique Tierno Galván como alcalde de Madrid: “¡Sacad un porro de marihuana del morral y que no decaiga la fiesta!”, proclamaba ante un auditorio lleno; aunque fue durante un festival celebrado en el Palacio de los Deportes en 1984 ante seis mil jóvenes cuando pronunció su célebre frase “¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque… y al loro!”.


Cuando la RAE registra el porro en su diccionario escolar, está bien consolidado (al margen de modas pasajeras) en sectores tan amplios como el juvenil, el universitario, el político y el militar, así como en el mundo obrero y profesiones liberales, además de estar presente en prensa y en literatura. Ejemplo de algunas obras de la época: La muchacha de las bragas de oro, de Juan Marsé (1978); Demasiado para Gálvez, de Javier Martínez Reverte (1979); La estanquera de Vallecas, de José Luis Alonso de Santos (1981); Caronte aguarda, de Fernando Savater (1981); Gramática parda, de Juan García Hortelano (1982); Bajarse al moro, también de José Luis Alonso de Santos (1985).

El cambio hacia la propaganda y la represión


Es indiscutible que el consumo de cannabis estaba normalizado en 1986 (con la oposición del Grupo Popular, que pretendía tipificar “no sólo la posesión de drogas con fin de trafico, sino también con fin de mero transporte”), año del pucherazo de la OTAN y de la confirmación de la FAD como prolongación del Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) institucionalizado en junio de 1985. De no ser por los intereses de EEUU, España estaba en condiciones de normativizar aquella normalidad, de tomar la decisión política de legalizar y establecer las normas que regularan la voluntad social. No fue el caso.


Felipe González firma el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea en 1985 en la Sala de Columnas del Palacio Real de Madrid.

El Gobierno comienza a destinar dinero y personal “para la erradicación de cultivos en iberoamérica”. “Ésta es una lucha internacional”, exponía en el Senado el ministro de Sanidad y Consumo, Ernest Lluch Martín. “Nuestra incorporación a la Europa comunitaria nos permite, además, participar en programas epidemiológicos, el Gobierno español ha propuesto a la Comunidad Económica Europea, y así se ha aprobado, que en la Comisión de Asuntos Sociales se dé una gran importancia al aspecto de la prevención y de la información en materia de drogas”.

El senador nacionalista vasco José Ignacio Bajo Fanlo mostraba la senda del modelo a seguir: “Recuerdo que en la visita que realizamos a Miami nos quedamos admirados de la exposición que nos hicieron los responsables del programa de represión del tráfico de los Estados Unidos”.

El señor ministro de Justicia, Ledesma Bartret, le tranquilizaba: “En el conjunto de medidas de naturaleza represiva se encuentra la institucionalización de una figura que ya está introducida en España: la institucionalización de la Fiscalía Especial para la lucha contra la droga”. Ya estaba perfilado el anteproyecto de ley de reforma del estatuto del Ministerio Fiscal “para que el fiscal no funcione sujeto al estatuto jurídico” y para dar “impulso y dirección” a la policía judicial (6).


La FAD, cuya Presidencia de Honor ostenta Su Majestad La Reina, se configuró como una agrupación de medios de comunicación masiva en torno a una posición dada (el único sector empresarial que acompañó a la prensa fue la banca, no era un asunto de salud). Se constituyó un lobby desinformativo en toda regla, un “media pool” propio de corresponsalía de guerra, en el cual los periodistas se comprometen mediante documento firmado a beber únicamente de fuentes oficiales y a informar lo que dicten éstas.

Los periodistas de hoy, cuando se les insta a informar, declaran que tienen “las manos atadas” (7). La mayor parte de la información sobre drogas que publican los medios de comunicación se centra en intervenciones y detenciones. La información sobre drogas está a cargo de las Fuerzas de Seguridad del Estado, alejada del ciudadano, del experto en salud y del profesional de la comunicación.

El retroceso normativo


Javier Solana, que defendía entre canutos (con los que había experimentado satisfactoriamente) el no a la OTAN en 1981, se posicionó a favor de la permanencia en la alianza en el referéndum de 1986, asumió la cartera de Asuntos Exteriores el año que ley Corcuera se publicó en el BOE para ocupar el cargo de nuevo secretario general de la (OTAN) desde 1995 hasta 1999, cuando es nombrado Alto Representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea y Comandante en Jefe de la EUFOR (1999-2009).

El giro copernicano del PSOE en 1986 condujo a una regulación en detrimento de la realidad. El proyecto de reforma del artículo 344 del Código Penal de 1.987, que entró en vigor el año siguiente, exhibió un endurecimiento en las condenas y reintrodujo cláusulas de incriminación abierta que habían sido suprimidas en 1.983.

En febrero de 1992, las Cortes aprobaron la moción socialista de una ley orgánica llamada de Protección de la Seguridad Ciudadana entre cuyas novedades figuraba el derecho a la retención para identificar, las sanciones de orden público basadas en informes policiales (considerando infracción grave consumir o tener cualquier cantidad de “estupefaciente”; artículo 25.1) y la obligatoriedad de pagarlas para poder recurrir.

El movimiento cannábico



La asociación ARSEC, la primera de carácter cannábico, se atrevió con el primer cultivo colectivo en 1993.

A partir del nuevo apretón de tuercas legislativo, aprovechando lagunas legales que puso en evidencia pública la asociación ARSEC (8), nace una cultura del cannabis en torno a una industria que nutre a gran cantidad de tiendas especializadas (donde encontrar desde semillas a toda la parafernalia que puede acompañar su consumo) que se publicitan en revistas periódicas, en cuyas páginas se enseña las diferentes técnicas de cultivo.

Surgen las asociaciones, cultivos colectivos, congresos, manifestaciones, concursos, copas, encuentros periódicos en diversos puntos, iniciativas para implementar sus posibles usos medicinales, miles de personas que se autoabastecen,… cuyo conjunto conforma el movimiento social cannábico donde, en palabras de Gamella y Jiménez, “convergen tendencias y planteamientos diversos y no del todo congruentes”.




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