La Biblia y el fin de los tiempos
En realidad las Escrituras no hablan de un «fin del mundo», sino de un «fin de los tiempos». La diferencia entre ambas expresiones no es irrelevante, ya que la segunda sugiere que este mundo no acabará del todo, sino que será transformado en un «cielo nuevo y una tierra nueva», todo gracias a la Resurrección de Jesucristo.
Pero en la Biblia no solo está la expresión «fin del tiempo», también hay otras como: «día de Yahvé», «día del Juicio», «el día», «la Venida de Cristo», «la resurrección final», «la Parusía», «la llegada del Reino de Dios». Podría entonces pensarse que esto último desencaja con lo primero; mas, si se analizan los contextos de las expresiones, se verá que en última instancia no es así. Ahora, y como vívido ejemplo veterotestamentario de profecías sobre el fin de los tiempos, podemos ver lo que dice Isaías:
“La tierra será sacudida, la tierra estallará, se agrietará, la tierra temblará, vacilara.”
“Cercano está el gran día de Yahvé, cercano y llega velozmente. Ya se oye el ruido del día de Yahve y hasta el valiente dará gritos de espanto. Día de ira será aquel día, día de tribulación y de angustia, día de calamidad, de miseria, de tinieblas, de oscuridad, día de nubes y de espesos nubarrones, día de trompetas y de alarmas contra las ciudades fortificadas y los altos torreones….”, “Por eso la maldición devora la tierra y quedará solamente un corto número.”
No tiene sentido hablar de una fecha precisa
Jesús aclaró: «En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe» (Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32).
«En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe» (Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32). Estas palabras muestran que Jesús no solamente se negó a dar fecha precisa, sino que además dejó en claro que nadie conocía la fecha, ni siquiera él: solo el Padre. Por eso dice en Hechos de los Apóstoles: «A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que solamente El tiene autoridad para hacer» (Hch. 1, 1-7).
Queda así patente que Jesús desaprueba la tendencia a fijar el día y el año del fin del mundo, ya que intentar hacerlo es imposible. Sin embargo, hacerlo resulta excitante y llamativo, siendo hasta noticia en los diarios. Entonces, al menos según las palabras de Jesús (que son lo que más peso teológico tiene para el cristiano), buscar una fecha apocalíptica es completamente absurdo, al menos si la extracción de dicha fecha tiene un fundamento bíblico…
Por otra parte, cuando la Biblia habla del fin del mundo, siempre nos dice que debemos estar preparados. Y es que la llegada de ese día podría sorprendernos, porque tanto podría ser en mil años como en tres días o uno: «Ustedes, estén preparados, porque cuando menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre», dice Jesús (Mt. 24, 44). Y sus palabras encuentran refuerzo en diversas partes del Nuevo Testamento: «El día del Señor vendrá cuando menos se espera, como viene un ladrón de noche» (2 Pedr. 3, 10; 1 Tes. 5, 2 y Apoc. 16, 15).
Pese a todo, siempre han habido grupos religiosos que, en toda época, fijaron la fecha, el día y la hora del fin de mundo; y, naturalmente, se equivocaron.
Pasó ya en el año 999, en el 2000 y, de forma particularmente notoria, en el 2012, donde El Código Secreto de La Biblia se unió a las profecías de Nostradamus y de los mayas, formando una poderosa simbiosis profética que puso a temblar a religiosos y no religiosos, pero cayó estrepitosamente cuando, tal y como esperaban los escépticos, el último minuto del 31 de Diciembre finalizó, y nada, absolutamente nada pasó…
El fundador de los adventistas, William Miller, basándose en el texto de Dan. 8, 14 y calculando los días de este texto como años, fijó la venida de Cristo para el 21 de marzo de 1843, día que según él sería el último; aunque, cuando después vio que nada pasó, dijo que se equivocó en sus cálculos por un año, y sin verguenza alguna proclamó otra vez la venida de Cristo para el 21 de octubre de 1844. Pero, como era natural, Cristo estaba cenando “con los justos” (esto es metafórico) y no quiso dejar su comida para ponerse el traje de juez, juzgarnos y complacer al insistente William Miller; quien, viendo ahora que Cristo no volvía, se limitó a decir el juicio de los hombres comenzó en el cielo y pronto Cristo se manifestaría en la tierra.
En el caso de los Testigos de Jehová, estos anunciaron la venida de Cristo y su Reino de mil años en la tierra para el año 1914, luego para 1925. Ahora no dan fecha y dicen simplemente que «pronto Cristo vendrá»…
No se sabe cuándo vendrá
Pedro apóstol aclaró que, antes del fin de los tiempos, había un periodo de espera, y ese periodo podía ser largo, en parte porque el tiempo de Dios era distinto al tiempo de los hombres.
En ciertas partes de la Biblia se habla de la pronta venida de Jesucristo, mientras que en otras partes se menciona un tiempo de espera. Parecería claro que los cristianos de la primera generación esperaban con ansias la llegada de Cristo: «Pronto, muy pronto vendrá el que tiene que venir y no tardará» (Hebr. 10, 37); «Dios que es el juez, está ya a la puerta»; «Se acerca el fin de todas las cosas» (1 Ped. 4, 7); «Sí, ven pronto, amén. Ven, Señor Jesús» (Apoc. 22, 20).
Y es que hasta el mismo Jesús anuncia su pronto regreso: «En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí presentes, que no morirán hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino» (Mt. 16, 28).
Sin embargo, los cristianos de la Iglesia primitiva pronto se percataron de que El Señor podría tardar más de lo esperado,. e incluso algunos se burlaron de la supuesta venida diciendo: «¿Qué pasó con la promesa de que Cristo iba a venir, pues desde que murieron nuestros antepasados todo sigue igual que desde que el mundo fue hecho?» (2 Ped. 3, 4). Pero ante eso Pedro contestó: « Hermanos, no olviden que para el Señor un solo día es como mil años y mil años son como un solo día» (2 Ped. 3, 8).
Lo que sucederá antes del fin de los tiempos
El apóstol Pablo, al igual que Pedro, vio que habría un tiempo de espera y que ese tiempo podría ser muy largo, pero advirtió que antes de la venida de Cristo debían ocurrir tres cosas:
1) El anuncio del Evangelio habría de llegar a todas las naciones: «Y este mensaje del Reino será predicado en todo el mundo para que todas las naciones lo conozcan; es entonces cuando vendrá el fin» (Mt. 24, 14).
2) Al final de la historia, Israel se habrá reconciliado con Cristo y se habrá salvado: «Una parte de Israel se va a endurecer hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado, entonces todo Israel se salvará» (Rom. 11, 25).
3) Por último, antes de la venida de Cristo se producirá «la apostasía general»; en otras palabras, habrá una crisis religiosa a escala mundial, y en medio de esa crisis vendrá el Anticristo: «No se dejen asustar por ningún mensaje espiritual como si fuera el día del Señor que ya llegó. Antes de este día tiene que venir primero la rebelión contra Dios, cuando aparezca el hombre del pecado que se sentará en el templo de Dios y será adorado, llegará con mucho poder y con señales y milagros mentirosos. Usará toda clase de maldad para engañar» (2 Tes. 2, 1 -12).
Cómo habrá de venir
La Biblia habla en forma poco clara cómo se terminará la historia. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento los profetas veían a todas las naciones de la Tierra aliadas en un complot para destruir a la santa Jerusalén, aunque en el momento más desesperado Dios intervendría triunfalmente e instauraría Su Reino (Joel 3, 14).
Jesús refiere el fin de los tiempos en términos de: «guerras y grandes angustias en todo el mundo, el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo y las estrellas caerán del cielo y los ángeles tocarán las trompetas» (Mt. 24, 29-31). Así mismo, la Biblia aclara que antes del fin vendrá un tiempo de apostasía (falta de fe, arreligiosidad y antirreligiosidad) general y, en ese periodo, aparecerá el Anticristo…
Por su parte, Jesús refiere el fin de los tiempos en términos de: «guerras y grandes angustias en todo el mundo, el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo y las estrellas caerán del cielo y los ángeles tocarán las trompetas» (Mt. 24, 29-31).
Paralelamente, el libro del Apocalipsis (Caps. 13 y 17) habla de un Dragón y de los monstruos, de la batalla final en el cielo, de Babilonia la grande, de la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de la Tierra…
Prepararse para un fin que no sabemos cuándo llegará
Teológicamente, Jesucristo con su persona, su Palabra y actuación, ya inauguró el Reino de Dios (Lc. 11, 20) y comenzó a juzgar a los hombres (Juan 12, 31), transmitiéndoles también una parte de su Resurrección (Col. 3, 1-4). Es por eso que el Nuevo Testamento habla del «tiempo» a partir de Jesús como «los últimos tiempos» (Hebr. 1- 2 y 1 Ped. 1-20), desde los cuales habría que vivir conforme al Evangelio, no pudiendo saberse con precisión cuándo acabará el orden del mundo (Mc. 13, 33-37 y Mt. 24, 42).
No obstante y pese a lo anterior, la segunda venida de Cristo (Mt. 24, 3) sería el momento del juicio final, de la resurrección general y de la instauración definitiva del Reino de Dios. Pero, como no se sabe cuánto falta, la Biblia dice en tono esperanzador: «¡Ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22, 20); «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven, Señor Jesús».
Finalmente y para que quede claro que la autoridad teológica no se aferra a profecías sin sentido, tenemos esta declaración del Concilio Vaticano: «No, no sabemos cuándo será la consumación de la Tierra y de la Humanidad, y la manera cómo se transformará el universo.»
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