jueves, 14 de abril de 2016

La Exorcista de Almansa



ROSA GONZÁLVEZ

Aunque a muchos nos cueste creer que una madre sea capaz de asesinar a su propia hija, las hay que lo hacen y encima por un motivo tan absurdo como creerla poseída. La historia de Rosa Gonzálvez pone los pelos de punta, pues era una respetada sanadora que tenía fama de curar la enfermedad del cáncer y otros dolores en una tierra donde es fácil encontrar falsos curanderos. Pero Rosa debió creer que era la mejor y podía hacer más, y un día decidió convertirse en exorcista: allí empezó la tragedia...

Corría el año 1990 y Rosa le dijo a su vecina que podía sacarle el demonio que llevaba dentro. La vecina, Mª Angeles Rodríguez, quedó muy satisfecha con el resultado, y no puso objeciones cuando Rosa le dijo que ahora tenía que hacer lo mismo con sus dos hijos, todavía pequeños.

Durante el rito les metía los dedos en la boca para que vomitaran creyendo que si lo conseguía les estaba salvando del demonio que había pasado del cuerpo de Mª Angeles a sus pequeños de cinco y seis años.

Era el día 16 de septiembre de 1990.

El padre de los niños llegó por sorpresa y les pilló in fraganti. Trató de llevarse a los niños y no lo consiguió, tal era el histerismo y la fuerza que ahora poseían seguramente por su propia locura, Rosa y su -ahora- secuaz Mª Angeles.
Rosa continuó su trabajo al día siguiente y esta vez estaba más acompañada: además de Mª Angeles, la hermana, el marido y su cuñada se había integrado otra vecina, Mercedes.

Contagiándoles su propia esquizofrenia les hizo rezar y gritar y simular un exorcismo con invocaciones espirituales que, según ella, servían para que los malos espíritus se marchasen.

A media tarde lo dejaron para descansar, pero por la noche reanudaron la sesión; esta vez acompañaban a Rosa sus vecinas Mª Angeles y Mercedes.


La sorpresa se la llevó esta vez el propio marido de Rosa que las descubrió encerradas de una habitación danzando desnudas y recubiertas de excrementos. Para mayor sorpresa todas se abalanzaron contra él y le ordenaron -como si tuvieran el poder para ello- que limpiara la habitación.
Rosa tenía una hija de 11 años a la que llamaban Rosi, y aquel 18 de septiembre de 1990 la despertaron por mandato de ella cuando la chiquilla dormía profundamente. Tras desnudarla la dejaron en el suelo para, según ella, hacerle un bien, pues aseguraba que la pequeña estaba embarazada del Diablo...

La pequeña comenzó a tiritar y a Mercedes no le pasó desapercibido, de modo que, en momento de confianza, le dijo a Rosa que se diera prisa con el exorcismo porque la niña parecía enferma.

Rosa la miró y "dedujo" que Mercedes también estaba poseída y con ayuda de Mª Angeles le dieron una paliza que le hizo sangrar por la boca y se relajaron ante tal visión pensando que el exorcismo, nuevamente, había dado resultado.
Rosa se encarnizó esta vez con su propia chiquilla golpeándola y chillándole que el Diablo que poseía antes a Mercedes estaba ahora en su cuerpo, y con estos gritos el padre se dio por enterado y acudió a la habitación para sacar a su niña. De nuevo la histeria de Rosa y Mª Angeles consiguió que sacaran fuerzas brutales y consiguieron echar de nuevo a un apaleado marido que salió corriendo a la calle en busca de más ayuda.


Durante el exorcismo, colocaron a la niña en una cama y se dedicaron a destrozar el mobiliario de la habitación: cagaron, mearon y rompieron cristales, y ambas se revolcaron en aquel suelo peligroso y sucio. Los gritos asustaban a la niña pues le decían que estaba "embarazada del Diablo".

La niña sufrió lo conocido y por conocer. Rosa la desvirgó brutalmente con sus manos y, no contenta con ello, metió hasta donde pudo y comenzó a extraer cuanto órgano se encontraba. Le sacó de un tirón los ovarios y hasta los intestinos. La chiquilla falleció con la primera mutilación por la pérdida de sangre, pero después de muerta su madre, que la había parido, le sacó los intestinos por la vagina.

Para Rosa, los órganos eran demonios, y su esquizofrenia, un don de Dios que ayudaba a salvar vidas de los malos espíritus.

Tampoco consiguió el marido mucho más que atraer -sin querer- a una nueva víctima de Rosa. Llegó acompañado de su cuñada pensando que ésta podría ayudarle y al llegar allí y ver el percal se largó en busca de la Policía y dejó sola a la mujer.

No hubo peor idea. Las exorcistas histéricas vieron en la visitante sólamente unos ojos que podían extraer para ponérselos a la pequeña Rosi y así devolverle la vida.

Por supuesto le dieron una increíble paliza que perjudicó sobre todo los ojos de la víctima.

Como si se despertaran de pronto, se percataron de los crímenes que habían cometido y trataron de huir, pero gracias a Dios la Guardia Civil las detuvo.
Aun así Rosa aseguró que volvería a hacer aquello por su hija, pues en su locura creía que lo hacía para bien...

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