domingo, 12 de julio de 2015

Los Crímenes de Manuel Delgado Villegas, “El Arropiero”.

Considerado uno de los peores asesinos en serie de la historia criminal española, Manuel Delgado Villegas “el arropiero”, nació en Sevilla el 25 de enero de 1943. El Arropiero debe su apodo a que su padre vendía arrope, un dulce de higos; primero fue “el hijo del arropiero” y luego se quedó con el mote.

Su madre, que contaba entonces 24 años, murió al dar a luz, por lo que él y su única hermana, Joaquina, fueron criados por su abuela.

A los 18 años ingresó voluntario en la Legión, donde aprendió uno de los golpes mortales que le haría famoso–el de la mano abierta en el cuello– con el que años más tarde acabaría con algunas de sus víctimas. Tras desertar, comenzó su carrera criminal a los 20 años de edad, ” El Arropiero” presentaba entonces un aspecto muy singular: corpulento y atlético, caracterizaba su rostro con un inconfundible bigote a lo “Cantinflas”, en homenaje al que era su personaje más admirado.


Fue detenido el 18 de enero de 1971 en el Puerto de Santa María, Cádiz, por la muerte de Antonia Rodríguez Relinque, con la que mantenía relaciones sentimentales, una mujer deficiente mental, soltera y de 38 años de edad, a la que infligía malos tratos.

El día del crimen la llevó en moto a un lugar del campo solitario llamado “Galvecito”, donde mantuvieron relaciones sexuales. Mientras estaban en plena faena, movido por el impulso irrefrenable que le hizo cometer tantos crímenes, rodeó el cuello de Antonia con los leotardos que le había quitado y la estranguló mientras hacían el amor. Durante tres días después de su muerte, Manuel Delgado estuvo abusando sexualmente del cuerpo sin vida de Antonia, por lo que hay que añadir la necrofilia a su larga lista de trastornos psicológicos.


El asesinato de su novia fue el último de su carrera criminal. Durante los interrogatorios dejó atónitos a los policías con el relato de 48 crímenes, aunque la policía consideró verosímil que fuese el autor de veintidós asesinatos, que en algunos casos incluyen necrofilia. De estos 22 asesinatos, sólo se le consiguieron probar ocho.

Manuel Delgado Villegas no tuvo abogado defensor hasta seis años y medio tras su detención, teniendo el récord de arresto preventivo sin protección legal. Nunca fue juzgado, ya que se le diagnosticó una enfermedad mental y la Audiencia Nacional ordenó en 1978 su internamiento en un centro especializado. Estuvo mucho tiempo en Carabanchel (Madrid) y en Fontcalent (Alicante). Los últimos años de su vida los pasó ingresado en el psiquiátrico de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), de donde podía salir a pasear libremente. Falleció en 1998, víctima de una afección pulmonar llamada EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica).

El primero de sus asesinatos comprobados lo cometió en Cataluña el 21 de enero de 1964, en la playa de Llorach (Garraf). Se acercó a un hombre que dormía apoyado en un muro –el cocinero de 49 años Adolfo Folch Muntaner– y le destrozó el cráneo con una piedra. Luego le robó el dinero, la cartera y el reloj.

Su segundo crimen comprobado se descubrió el 20 de junio de 1967, cuando se encontró el cadáver de una estudiante francesa de 21 años, Margaret Helene Boudrie, en Can Planas, una masía de Ibiza. Su cuerpo estaba totalmente desnudo y tenía un fuerte golpe en un ojo, así como contusiones y arañazos en el cuello. En la espalda había recibido una puñalada. El Arropiero dijo a los policías que se había ganado su confianza, que le robó una cadena con una medalla que llevaba al cuello y que abusó de ella una vez muerta.


El tercer asesinato admitido y probado fue el de Venancio Hernández Carrasco, vecino de Chinchón, al que hallaron muerto en las aguas del Tajuña el 20 de julio de 1968. Había salido al trabajo en un viñedo de su propiedad, a orillas del río, cuando se encontró con Delgado Villegas, que le pidió algo de comer. Venancio le respondió que si quería comer, trabajara, que era joven. Esto ofendió a Delgado Villegas, que atacó a su víctima con el “golpe legionario” y la arrojó al río. Hasta la confesión de Villegas todo el mundo creyó que había muerto ahogado por accidente.

El cuarto asesinato fue descubierto en Barcelona, a primeras horas del 5 de abril de 1969, por las limpiadoras de un almacén de muebles de la Avenida del Generalísimo. Éstas hallaron al propietario, Ramón Estrada Saldrich, inconsciente pero aún con vida. Murió en el Hospital Clínico. El Arropiero le había conocido en un bar y se habían hecho amigos. Con cierta frecuencia iban al almacén. La noche del crimen Delgado Villegas le pidió mil pesetas y Estrada se negó a dárselas. Aquél golpeó a éste en el cuello, como solía hacer con sus víctimas, y le remató estrangulándolo. Luego le robó las sortijas, el reloj y la cartera.

La quinta víctima comprobada fue una anciana de 68 años: Anastasia Borrella Moreno, una mujer menuda y vivaracha que trabajaba en la cocina del bar Iruru de Mataró. El 23 de noviembre de 1969 salió camino de su casa… y nunca llegó a ella. Cuatro días más tarde unos niños que jugaban en el túnel de la Riera Sirena, a unos 300 metros del domicilio de Anastasia, encontraron el cadáver. Estaba cubierto con un plástico, boca arriba, con las ropas subidas. La habían matado a golpes con un ladrillo.

Villegas explicó que aquel día tenía ganas de una mujer. Al encontrarse con la anciana le preguntó si quería tener acceso carnal con él. Anastasia reaccionó indignada y le amenazó con avisar a la policía. Por eso la mató y la tiró al torrente seco. Como se veía desde arriba, bajó para esconderla en el túnel. Se sintió excitado y abusó de su víctima. Este acto de necrofilia lo repitió todas las noches siguientes, hasta que el cuerpo fue encontrado.

El sexto crimen reconocido tuvo lugar el 3 de diciembre de 1970, y la víctima era un amigo de el Arropiero. Se llamaba Francisco Marín Ramírez, tenía 24 años, era de Córdoba y vivía en la misma calle que Antonia Rodríguez, la novia oligofrénica del criminal. Según Delgado Villegas, iba con Francisco en una moto cuando, en medio de la carretera, el muchacho le hizo algunas caricias, cosa que le sacó de quicio. Paró la moto y le asestó su célebre golpe en el cuello. El muchacho se quedó sin respiración y le pidió que lo llevara a recuperarse junto al río. Allí, según Villegas, volvió a insinuársele, y por eso lo tiró al agua.

A partir de aquí, el Arropiero se culpó de tal cantidad de crímenes que desbancó a muchos considerados en el mundo como los primeros en cuanto a número de víctimas. En San Feliú de Guixols dijo haber estrangulado a una extranjera; en Alicante dio muerte a una mujer a navajazos; en Barcelona, a un homosexual, al que estranguló con un cable; en Valencia, a una mujer, a la que metió en una cuba.

Manuel Delgado Villegas no tuvo abogado defensor hasta seis años y medio después de ser detenido. Entre sus récords está el de la detención preventiva más larga sin protección legal. Fue el primer criminal al que se llevó en avión por España para comprobar la veracidad de sus estremecedores relatos. En las pruebas médicas se le detectó el cromosoma XYY, conocido universalmente como el cromosoma Lombroso en honor al positivista que afirmaba que el asesino es incorregible, que su impulso de matar está en el código genético. El criminal nace, no se hace, defendía Cesare Lombroso a finales del siglo XIX. Los asesinos y violadores en serie no son XX ni XY en el cromosoma que define la sexualidad humana. Son XYY.

Por su “doble Y”, distintivo de virilidad, a quienes lo poseen se les ha llamado también “superhombres”, lo que no deja de ser un sarcasmo, dado que es frecuente observarles alteraciones sexuales de inmadurez y homosexualidad. Los individuos con un cromosoma Y duplicado suelen presentar una serie de patrones comunes. Según el instituto de Investigación en Enfermedades Raras del Instituto de Salud Carlos III, los afectados suelen ser altos y delgados, la mayoría presenta un acné severo en la adolescencia y el espermiograma revela generalmente falta o ausencia de espermatozoides. Todo ello coincide con El Arropiero, el mayor criminal de la historia de España.

El Arropiero, en sus últimos años, fue un hombre muy singular, con enormes barbas y pelo largo, como si fuera el Robinson de los psiquiátricos. El avance de su enfermedad hizo imposible, en los últimos tiempos, mantener una conversación coherente con él.

El guionista critico de cine y director Carles Balagué recoge una crónica de la vida de Manuel Delgado Villegas, El Arropiero, el mayor asesino en serie de la historia de España, en el documental ‘Arropiero. El vagabundo de la muerte’ que se estrenó el 23 de febrero de 2009. “Empecé a interesarme por este caso cuando estaba terminando la carrera de Derecho y en seguida me di cuenta de que no era el típico delincuente de la cuerda de presos sino alguien que mataba de forma aleatoria, indiscriminada y sorprendente”, sentenció Balagué quien añadió que “entre las víctimas se encontraban tanto burgueses de doble vida, como hippies, homosexuales inconfesos, prostitutas o mujeres mayores”.

Entre los testimonios que Balagué recoge se encuentra el del experto criminalista Salvador Ortega que durante tres años junto a otro experto en criminología, Manuel Alcalá, viajaron con el asesino en serie por toda la península, “con una maleta de sumarios por resolver, buscando pistas de los crímenes que cometió”. “Con mucha dificultad nos ganamos su amistad, y gracias a estos viajes en los que nos movíamos por la calle y dormíamos juntos pudimos imputarle siete asesinatos”, declaraba en su dia Ortega.


El criminalista añadió que fue “El primer y único viaje de este tipo que se ha llevado a cabo por ninguna brigada criminal”. Además Ortega resaltaba que con el escaso sueldo que ganaban no les daba para sufragar los gastos y tanto él como el juez, tuvieron que pedir sendos créditos para continuar con la investigación.




Sin duda alguna todo un personaje que pasará a los anales de la historia como el mayor asesino en serie de la historia española, un hombre con el que sólo pudo acabar un cigarrillo.

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